CUATRO AÑOS NO SON SUFICIENTES





Escribir esta columna de opinión, la última antes del descanso estival, sin referirme a la polémica generada dentro del sindicato agrario EHNE de Gipuzkoa no sería algo leal para con los lectores de KANPOLIBREAN que se asoman a esta ventana semanal para, entre otros fines, conocer la actualidad sectorial y descifrar las claves que puede aportar, desde su parcialidad, un agente ligado al agro como el que subscribe que, dicho sea de paso, quiere hacerlo con la mayor delicadeza al tratarse de una organización ajena y diferente a la que yo trabajo, ENBA.

Este jueves, se celebró en Tolosa tanto la Asamblea como el acto final del VII Congreso de la organización (escribo esta columna sin tener noticia alguna del mismo) y este evento, tanto en la forma de convocarlo como en su fondo, parece ser el motivo principal, la gota que colma el vaso como suele decirse habitualmente, para el sector crítico que ha decidido no participar en dicho evento y optar por construir una alternativa diferente, fuera ya, de la estructura de EHNE.

Los críticos, con la expresidenta Marije Insausti y el ex-miembro de la Junta, Enrike Gisasola, como portavoces han argumentado su marcha en la imposibilidad de un acuerdo interno en el seno de la organización y en la necesidad de articular un movimiento nuevo que, tomando como eje una agricultura sostenible, supere los provincialismos y los intereses sectoriales dado que en su opinión la visión tiene que ser de país y de conjunto sin caer ni en luchas territoriales ni en luchas entre diferentes subsectores productivos.

Los críticos celebraron una rueda de prensa informando de su decisión de abandonar la organización y en el transcurso de la misma y en declaraciones ante los medios, aprovecharon la coyuntura para acusar a los actuales dirigentes de EHNE de haber materializado un golpe de estado, de ser unos pocos jauntxos que para defender sus intereses particulares tienen secuestrada la organización y, a modo de insulto, estar aliados con los sectores más conservadores del sector (lease ENBA, Asociación de Forestalistas, etc.) para atacar a la única institución, la Diputación Foral de Gipuzkoa, que se ha posicionado, en su opinión claro, en favor de un modelo de agricultura sostenible.

Como comprobarán las acusaciones son graves y a tener en cuenta pero no por ello debemos olvidar que son dos los motivos que han desencadenado en esta escisión, o miniescisión por ahora. Por una parte, está la manida cuestión del modelo de explotación y así, mientras los actuales dirigentes de EHNE defienden un sector sostenible donde tengan cabida tanto las prácticas convencionales como las ecológicas y donde la producción ecológica llegue a conformarse como una sectorial más de la organización, desde el sector crítico, pretenden impulsar un modelo agroecológico donde el conjunto del sector se pase o avance hacia la producción ecológica.

Por otra parte, el segundo motivo, en mi opinión, es la relación de la organización para con la referencia política, osea, su relación con la izquierda abertzale. Mientras los actuales dirigentes defienden su independencia (aún asumiendo su cercanía a la izquierda abertzale) y su capacidad de criticar cualquier institución, por muy ezkertiarra que sea el titular del sillón gubernamental, los críticos que abandonan el barco, asumen con total naturalidad su vinculación con la izquierda abertzale, asumen el sindicato como una herramienta más en el seno de una estrategia política de izquierdas y, lo que es peor, la sumisión de su acción a la de las instituciones, eso sí, siempre que estén gestionadas por los “suyos”.


Los matices en la pugna sobre el modelo, a mi modo de ver, no hacen más que distraernos de la realidad que no es más que el descontento, desafección y enfado que ha generado, tras su llegada por vez primera a una institución como la foral con verdaderos resortes de poder, la aplicación de la política agraria que proclama la izquierda abertzale y que, unos y otros, hasta ahora asumían.

Ya hace ya unos meses escribí un artículo titulado “Quo vadis izquierda abertzale?” en el que aportaba mi punto de vista, personal e intransferible, sobre la política sectorial de la izquierda abertzale y las consecuencias que su aplicación tiene en el conjunto del sector y particularmente para aquellos que, acostumbrados a criticar a anteriores gestores, no se podían creer que los “suyos” eran tan malos o peores gestores que los anteriores.

Escribía entonces, de lo diferente que es “predicar a dar trigo” y cómo aquellos que planteaban una arcadia feliz de “producir menos para trabajar menos y ganar más” promulgaban medidas y proyectos que se volvían, cual boomerang, en contra de la práctica habitual en la mayoría de las explotaciones.

Ese planteamiento bipolar se daba con mayor crudeza en EHNE, con una gran mayoría de baserritarras que trabajan la tierra y manejan el ganado combinando las prácticas convencionales y tradicionales de la zona con los avances que la ciencia, la tecnología y la información nos ha hecho conocer, asumir y aplicar en las explotaciones vascas y ahora, por lo que se ve, ese planteamiento bipolar ha reventado y supurado a modo de escisión.

Hace unas semanas, en un encuentro de organizaciones agrarias con la izquierda abertzale me referí a que la izquierda abertzale tiene una visión agraria estrecha, limitada a la agroecología y por lo tanto, ajena a la gran mayoría del sector y la respuesta, tan clara como contundente, fue que “está claro que cuatro años no son suficientes para materializar la revolución que nosotros queremos impulsar”.

Saquen ustedes mismos sus conclusiones.




Xabier Iraola Agirrezabala

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