La golosa tarta de Cristina Uriarte


La autoridad vasca de la competencia, organismo autónomo pero dependiente del departamento de Hacienda del Gobierno Vasco, informó públicamente hace un mes sobre la apertura de un expediente de investigación ante la actuación de las siete compañías de catering que se reparten, o mejor dicho, se comen, la enorme y golosa tarta que los miles de menús escolares de los centros públicos suponen. Además, estas compañías se llevan comiendo dicha tarta, sin empacho y sin necesidad de recurrir a la sal de frutas, algo más de 10 años.

Los responsables de la competencia creen, tras haber realizado una investigación preliminar, que existen posibles prácticas contrarias a la libre competencia al haber existido, siempre supuestamente y a la espera del resultado final de dicha investigación, un reparto de mercado y pacto de precios. Este reparto, siempre según Competencia, tendría un efecto negativo tanto para las familias como para las arcas públicas que colaboran al mantenimiento de dicho servicio.

No es mi intención hablar hoy sobre el alto coste de dicho servicio para los que llevamos a nuestros hijos/as, en este caso, a la escuela pública ni sobre la posibilidad de flexibilizar los requisitos de los procesos de licitación para posibilitar una mayor autonomía de los centros escolares y de las asociaciones de padres-madres sino sobre la potente palanca de cambio que tiene la propia administración vasca para impulsar, sin grandes aspavientos, determinados procesos como el fortalecimiento de la producción agropecuaria del país.

El actual modelo de servicio de comedores escolares regulado en licitación pública, en base a unos lotes de comarcas de gran dimensión, excluyen automáticamente a pequeñas empresas agroalimentarias y/o baserritarras y cooperativas de baserritarras que bien podrían ofertar, aún parcialmente, la materia prima para elaborar esos aproximadamente 90.000 menús diarios.

Pero igual de destacable y por ello, denunciable es que la sobreponderación que dichas licitaciones conceden al omnipresente precio hace que los productos de calidad y más concretamente los productos de calidad de Euskadi queden arrinconados en las compras de estas compañías de catering.



Quizás me confunda pero mucho me temo que en esos 90.000 menús que se zampan nuestros niños de los centros públicos apenas hay huevos, leche, fruta, hortaliza, y/o carne de nuestros caseríos (por no hablar del pescado de nuestros arrantzales), simple y llanamente porque nuestra calidad y nuestra producción de montaña tiene unos costes superiores a aquellos que vienen de otras latitudes.

Por ello, ahora que el departamento de Educación comienza a arrancar su pesada maquinaria para proceder a licitar la golosa tarta del contrato de los comedores escolares, creo que es el momento de que este gobierno vasco, en su conjunto, demuestre su compromiso con el sector primario e introduzca los requisitos necesarios que posibiliten el acceso de nuestros productos autóctonos a los comedores escolares. De poco sirve impulsar desde Agricultura atractivas propuestas como NIREA para lograr el compromiso del conjunto de la sociedad vasca con su sector primario si no es capaz de lograr el compromiso de su compañero de mesa en el Consejo de Gobierno.

Igualmente, convendrán conmigo que no es muy presentable que cada departamento vaya por su lado e impulsen, cada uno por su lado, estrategias que no es que sean complementarias sino que incluso llegan a ser antagónicas, por lo que apelo al sentido común de la consejera de Educación, Cristina Uriarte, para que esté atenta a este tema, quizás secundario en un macrodepartamento como el suyo, pero se lo puedo asegurar, un tema vital para asentar las bases de un fortalecimiento de la capacidad productiva de nuestro sector primario.

En esta ocasión, me he referido a los comedores escolares pero no quisiera dejar escapar la oportunidad para referirme a los servicios de comedor de otros servicios públicos como los hospitales, residencias de mayores (en este caso, competencia foral y/o municipal) u otros organismos públicos.

Hace unos pocos meses, en el Parlament catalán se aprobó una resolución en la que se exigía que el bar del Parlament utilizase productos catalanes; como se podrán imaginar, esta decisión provocó la queja de determinados sectores madrileños y se montó una buena, al menos, en los ámbitos periodísticos y políticos de la Castellana. Mientras tanto, en nuestro soberano parlamento gasteiztarra, al que acudí no hace mucho con motivo de un debate sectorial, pude comprobar, en el café de media mañana, que en el bar del Parlamento utilizaban leche y yogures foráneos. Eso sí, aquí nadie dice nada.


Xabier Iraola Agirrezabala



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Kaixo;
el pastel no son 90.000 menús anuales como dice en el artículo, son 90.000 aprox diarios!!!
Zorionak por el artículo.

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