Ilusión láctea
Hace unos cuantos
años recibí la llamada de mi buen amigo Joxemanuel Goikoetxea, ya
fallecido tras una larga enfermedad, y ex de muchas cosas pero
sobretodo un verdadero líder del sector agrario que supo, desde sus
diferentes responsabilidades, impulsar proyectos y estructuras que
sustentasen la actividad en un sector primario tan pequeño y difuso
como el vasco. Pues bien, a lo que iba, Joxemanuel me llamó nervioso
porque el mandamás de la empresa láctea de base cooperativa EMMI de
Suiza, inesperadamente, había aterrizado en Loiu con el propósito
de dar una charla a ganaderos encuadrados en la cooperativa KAIKU y
hacía falta activar unos cuantos ganaderos para que llenasen la sala
a modo de atrezzo y el orador no se viese frustrado por su escasa
capacidad de convocatoria.
Pues bien, los
que acudimos a dicha charla, como se suele decir coloquialmente “para
hacer bulto”, salimos mareados con la avalancha de números,
estadísticas y conceptos que se nos escapaban al común de los
mortales allá presentes pero, hete aquí que, también escuchamos
algo de interés, algo tan simple y vulgar como es algo sobre la
elaboración de queso.
Me explico, el
suizo nos dio a conocer el trabajo conjunto entre la empresa y los
ganaderos de vacuno de leche para desarrollar un queso de vaca de
larga maduración, elaborado artesanalmente en las propias
explotaciones y que era, posteriormente, comercializado bien
directamente por el ganadero con su marca personal bien a través de
la red comercial de EMMI con la marca EMMI artesano. Obviamente, los
ganaderos y la empresa habían pactado previamente tanto la cantidad
de queso a producir para la empresa como el precio por kilogramo así
como que el ganadero autorizaba a la empresa a que ejerciese un
control y seguimiento de la calidad de los quesos en la cámara de
maduración particular del ganadero y que los precios mínimos de la
industria para que no se pisasen el callo.
En pocas
palabras, se potencia el valor añadido de la leche de vaca, se
impulsa una red de pequeñas queserías en explotaciones pequeñas
y/o medias, se proporciona seguridad y estabilidad al quesero a
través del contrato de compra con la industria y de paso, se
facilitaba la participación de la mujer que, habitualmente, en
sintonía con lo que ocurre actualmente con las pequeñas queserías
de pastores- elaboradores del Idiazabal, es la encargada de elaborar
el queso.
Pues bien, estas
cuestiones y otras similares han surgido en ...
... las diferentes
conversaciones mantenidas con diferentes personas con motivo de la
celebración del primer encuentro de jóvenes baserritarras BASERRI
GAZTEA donde queda manifiesta la gran dificultad con que se encuentra
el sector lechero para mantener el número de explotaciones actuales
y para enganchar a las nuevas generaciones, muchos de ellos,
descendientes de ganaderos, que reniegan de un modo de vida tan
esclavo como el vigente.
El sector
productor de leche de vaca en Euskadi, en mi humilde opinión,
necesita, además de continuar con la estructuración y
profesionalización del sector orientado a la leche líquida, ser
complementado con iniciativas y alternativas dirigidas a obtener un
mayor valor añadido pero además, este tipo de iniciativas, hasta
ahora personales y aisladas, requieren del apoyo y paraguas
comunitario y público para que Euskadi, en pocos años, pueda contar
con explotaciones lecheras de tamaño pequeño-medio que transformen,
total o parcialmente, su leche en quesos, yogur, cuajada, helado, etc
y que todos ellos puedan contar con el respaldo y amparo de alguna
marca-paraguas que valorice los derivados lácteos , estos sí,
“caseros” de Euskadi.
Necesitamos
ilusionar nuevamente al sector productor, tanto a los ganaderos que
entregan toda su leche a la cooperativa a los que debemos reconocer y
prestigiar por la excelente calidad de su leche, pero también
debemos generar alternativas ilusionantes para aquellos jóvenes
originarios que quieran reorientar su explotación o aquellos otros
nuevos jóvenes que opten por un modelo de productor-elaborador.
Ambos casos, eso sí, requerirán de muchos resortes de apoyo y entre
ellos será irrenunciable el impulso de un modelo formativo, a
semejanza de la escuela de pastores de Arantzazu, que compagine la
teoría con la práctica para que los jóvenes recién “titulados”
puedan ser los nuevos productores de leche en aquellos caseríos
donde la sucesión sea imposible, bien porque no la hay bien porque
los que hay no quieran o puedan ser nuevos vaqueros, con menos
cabezas de ganado, pero transformando.
Acabado el espich
y me surge la siguiente pregunta, ¿el modelo de colaboración
quesero-industria desarrollado por EMMI en Suiza no sería también
un modelo válido para algunos pastores de Idiazabal? ¡Ay, se me
olvidaba que no tenemos industria ni interesada ni comprometida con
ello!.
Xabier Iraola
Agirrezabala
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