Orgullo casero
El imparable aumento de la población mundial previsto por todos los
organismos internacionales hace que tanto las empresas
agroalimentarias multinacionales como los estados más poderosos
hayan fijado el sector agroalimentario entre sus prioridades. Ahora
bien, esta prioridad global no casa con las prioridades locales o más
cercanas y menos con las prioridades personales de cada uno de
nosotros pues de otro modo resulta difícilmente comprensible que en
un panorama global tan, en principio, goloso nos encontremos con un
sector productor cada vez más reducido y envejecido.
En Euskadi, tenemos un sector agrario con unos titulares cuya edad
media es de 58 años, es decir, en puertas de la jubilación “legal”
y si acercamos la lupa a la estadística comprobamos que sólo el 10%
de los titulares es menor de 40 años (40 años es el límite fijado
por la Unión Europea para considerar a un productor, joven
agricultor o no) y si miramos al tramo superior, comprobamos, con
estupor, que el 33% de los titulares es mayor de 65 años (20% en
Alava, 34% en Gipuzkoa y hasta un 39% en Bizkaia). Osea, un tercio de
los baserritarras ya debiera estar jubilado, cosa que no ocurre por
la singular naturaleza del oficio pero también, principalmente, por
las “misericordiosas” pensiones que perciben nuestros
baserritarras.
Los datos proporcionados son correspondientes al últimos censo
agrario efectuado en el año 2009 y mucho me temo que en la
actualidad, 2015, la situación será o similar o peor por lo que
queda bien patente que es urgente la reacción del sector en su
conjunto (baserritarras, agentes sectoriales, administraciones, etc)
para poder hacer frente a esta delicada situación y reconducir la
cuestión.
La incorporación de jóvenes al sector primario se enfrenta a una
serie de problemas como el acceso a la tierra, la financiación para
las inversiones requeridas por unas normativas higiénico-sanitarias
y de bienestar animal cada vez más exigentes y la apertura y
fortalecimiento de nichos de mercado que hacen que sea,
verdaderamente, difícil contar con jóvenes que den savia nueva e
ilusión al sector.
Ahora bien, casos como el de Xabier,....
un joven que mamó su amor a las
ovejas de un tío suyo y decidió dedicarse al pastoreo las ovejas
tras quedarse en paro; Eneko, que decidió tras estar unos años
trabajando en la fábrica, ponerse al frente del caserío de sus
padres que combina quesería y agroturismo; Jon que se integró en la
explotación de vacuno de leche familiar invirtiendo en unas mejores
instalaciones o Lorea , una joven bizkaitarra que tras casarse se fue
a vivir al caserío familiar de su marido y decidió dar un arreón
al mismo poniendo cerdos al aire libre y elaborando chorizos
artesanales, estos casos y otros cuantos parecidos, son algunos de
los que nos hacen albergar una pequeña esperanza sobre el futuro del
sector primario vasco y nos demuestran que todavía hay oportunidades
de emprender en el mundo rural y de sacar adelante la familia en el
campo de la agricultura.
El impulso de nuevas explotaciones por parte de jóvenes, en
principio, ajenos al caserío nos demuestra que el agro tiene una
serie de potencialidades que, incluso, los propios baserritarras en
activo no alcanzan a percibir pero creo que, además de atraer nuevos
jóvenes al campo, debemos esforzarnos en el mantenimiento,
consolidación y fortalecimiento de las actuales explotaciones. Como
dice mi amigo Iñaki, titular de una explotación a pesar de los
continuos esfuerzos de su padre para que trabajase fuera del caserío
y ahora, padre exultante y esperanzado porque su hijo adolescente
desea fervientemente dedicarse a la ganadería, la solución del
relevo generacional está en cada uno de nosotros, en nuestros
caseríos, en cada familia que sintiéndose orgullosa de su caserío,
del trabajo bien hecho, sea capaz de transmitir a sus hijos/as el
amor por la tierra y la autoestima por un oficio tan especial como la
agricultura y ganadería.
Son numerosos los caseríos rentables que, por una u otra razón, no
tienen sucesión, ni natural ni profesional, por lo que es vital que
en esta Euskadi nuestra complementemos, la política de incorporación
de jóvenes que hemos desarrollado en los últimos años, con un
trabajo tan planificado y sistematizado como personalizado dirigido a
ese 33% de mayores en edad de abandonar y ser capaces de integrar en
dichas explotaciones jóvenes, familiares o no, que proporcionen un
nuevo impulso y oxigeno a estos proyectos además de un nuevo futuro
a estos caseríos cuya luz, si nadie lo remedia, se apagará sin que
nadie se dé cuenta.
Xabier Iraola Agirrezabala
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