Puerta a Puerta
“Yo soy católico, apostólico y románico” (en vez de decir
“romano”) fue la frasecita que disparó mi padre hace muchos años
a un par de testigos de Jehová que nos daban la murga todos los
sábados, siempre a la misma hora, a la 1 de la tarde, que en mi
casa era la sagrada hora de comer.
Esta anécdota me hizo pensar en lo profundo de sus convicciones
religiosas que les impulsa a patear pueblos y calles intentando
convencer a los incrédulos o intentando reorientar a los pocos
católicos que incautamente abren la puerta de su domicilio. No voy a
entrar en la leyenda urbana de si son secta, que si les pagan por
cada libreto que endosan, etc. La cuestión es que tiene un mérito
del carajo ir, puerta a puerta, intentando exponer y convencernos de
“su buena nueva”.
Utilizo esta anécdota a modo de introducción para ilustrales lo que
he sentido multitud de veces cuando, en función de mi
responsabilidad en la organización agraria ENBA de Gipuzkoa en la
que trabajo, he acudido a diferentes instituciones y organismos de
diferente pelaje para, maletín en mano, ir convenciendo a los
incrédulos que se sientan al otro lado de la mesa.
Acudimos a las instituciones, principalmente Parlamento Vasco y
Juntas Generales, con un maletín lleno de carpetas e informes (en
nuestro sector no nos alcanza para ir repartiendo sobres) donde
cargamos el zurrón de argumentos y razones por las que defendemos
que un proyecto de decreto, orden o Ley se modifique, se rechace o
introduzca algunos cambios que nosotros estimamos beneficiosos para
el colectivo que pretendemos defender, osea, el colectivo de miles de
baserritarras (agricultores, ganaderos y forestalistas) que al estar
estructurados en pequeñas explotaciones familiares trabajan la
tierra diseminados por todos los rincones y valles que conforman este
país nuestro.
Son tantos y tan variados los temas que tienen que analizar y decidir
nuestros mandatarios, en muchos casos sobre temas sin experiencia y
formación previa, temas que tienen que trabajar por el simple hecho
que le fueron adjudicados en el habitual reparto de tareas que se da
en los grupos políticos, que la inmensa mayoría de los
interlocutores agradece sinceramente que vayamos a tocar a su puerta,
a explicarles nuestro libreto e intentar convencerles de nuestra
buena nueva; ahora bien, los hay también, debo aclarar que los
menos, que creen estar capacitados para opinar, decidir y legislar
sobre todo tipo de cuestiones sin escuchar la opinión de nadie, y
menos de unos simples afectados, basándose única y exclusivamente
en su opinión personal, experiencia más próxima o en determinados
clichés que ha ido adquiriendo a lo largo de su vida.
Ya hace bastantes años que recriminé a un parlamentario, perfecto
exponente de la sabiduría divina que según él poseían los
parlamentarios nada más entrar por la puerta del Parlamento, que en
mi opinión, el ejercicio de interconexión entre responsables
políticos y colectivos socio-economicos afectados por las diferentes
legislaciones o proyectos normativos era un sano ejercicio de mutuo
enriquecimiento donde el colectivo en cuestión aporta al legislador
la visión de los que pisan tierra en el día a día mientras el
legislador también reporta al colectivo una visión de conjunto,
configurada por las diferentes opiniones de los diferentes colectivos
consultados, que enriquece y complementa la visión que no se alcanza
a ver desde abajo.
Pues bien, ahora, siguiendo la estela de lo regulado por la Comisión
Europea, la maquiavélica Comisión Nacional de los Mercados y la
Competencia (CNMC) ha creado ....
el registro de lobbies para que todos
aquellos grupos de interés que pretenden influir, presionar o
afectar a los responsables institucionales con el fin de proteger e
impulsar los intereses sociales y económicos de sus representados.
La CNMC pretende dotar de transparencia a una práctica habitual en
otros países y que ha sido ampliamente regulada en USA y
recientemente en la UE pero el carácter voluntario de la iniciativa
le resta validez y lo que podía ser un buen paso adelante en la
necesaria transparencia en la toma de decisiones en la cosa pública
puede quedarse, una vez más, en simple papel mojado.
Personalmente, no soy tan ingenuo como para creer que todos aquellos
colectivos o grupos de presión que se arriman al gran poder se
arriman para mejorar la calidad de vida y la economía de colectivos
débiles y de economía menguante pero de lo que sí estoy seguro es
que esos grupos, bufetes, patronales, grandes empresas y
trasnacionales a los que todos tememos más que un nublado, se
pasarán dicho Registro por “el arco del triunfo” y que en
oscuros reservados tendrán acceso, directo y personal, y sin dejar
rastro alguno, a los legisladores que, en bastantes de los casos,
serán viejos conocidos.
El término lobby tiene una acepción negativa para el conjunto de
los mortales, lo asociamos con esos malvados empresarios que mueven
los hilos de las decisiones públicas, que compran voluntades para
favorecer su bolsillo y mantener sus posición de dominio, de ello
tenemos buenas muestras en el sector agropecuario (abonos,
fitosanitarios, alimentación animal, medicamentos, etc) pero no por
ello, y con ésto termino, voy a dejar de referirme a esos colectivos
ecologistas, medioambientalistas y paisajistas que escudados en el
buenismo presionan a los legisladores para impulsar modificaciones en
la legislación vigente u otros nuevos proyectos con los que,
queriendo o sin quererlo, hacer la puñeta a la gente del campo.
Xabier Iraola Agirrezabala
PD: Les anuncio que dada mi destreza como lobbista ya he logrado que
el director de este periódico, me haga titular de una suscripción
anual. ¡Eskerrik asko, Adolfo!
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