Los nuevos catetos
Hace dos años una señora donostiarra se me enfadó cuando, al
reconocerme que no había estado nunca en Urnieta, localidad de
aproximadamente 5.000 habitantes que se encuentra a escasos 10 km de
la capital, le espeté, con esa ironía sangrante que me brota, la
verdad sea dicha contadas ocasiones al año, con no poco retintín,
la frasecita “señora, que el mundo no acaba en el Tunel de Amara”.
Ese mismo año, para ahondar más mi úlcera, pude conocer
guipuzcoanos que nunca habían estado en Arantzazu u vizcaínos que
no sabían dónde está Azpeitia y caí en la cuenta que todavía
convivimos con muchísima gente que no conoce ni dónde está Bedaio
ni Armintza pero, eso sí, ha ido de compras a Londres o paseado su
esbelta figura por las calles de Praga. Somos así de catetos,
valoramos lo foráneo mientras despreciamos, o cuando menos
minusvaloramos, lo propio pensando que eso está aquí y ya lo
conoceré otro día.
Todo esto viene a cuento de una iniciativa que la organización
agraria ENBA ha presentado a la sociedad vasca para que visite y
conozca 25 caseríos que abren sus puertas, simultáneamente, con el
objetivo de que la sociedad vasca en su doble vertiente, rural y
urbana, sea más cohesionada a partir de un mejor y mututo
conocimiento. Las familias y amigos que se animen pueden conocer los
caseríos, los productores, sus familias, su modo de producción y
comercialización, además de una pequeña degustación, y algo no
menos importante cómo es que conozcan los pueblitos y barrios en los
que vive esta gente que al mismo tiempo que trabajan la tierra y
gobiernan el ganado modelan el paisaje, sí, ese paisaje del que
tanto fardamos y que tanto valoran los cada vez más numerosos
turistas.
Este
programa de puertas abiertas (www.ongietorribaserrira.eus)
es un auténtico programa de sensibilización de la sociedad vasca de
marcado carácter urbano donde los habitantes de las ciudades y
pueblos pueden conocer “a tiempo real” la marcha de un caserío.
Alguno de ustedes
se extrañará que haga mención a los habitantes de los pueblos pero
quisiera aclararles que no es ningún error porque los urbanitas,
desgraciadamente, no sólo viven en las ciudades grandes e
intermedias sino que muchos de ellos viven en pequeñas localidades
que, a pesar de su escasa población, tienen una sociología, un modo
de vida y un pensamiento netamente urbano, son lo que yo denomino los
“rurbanos” en clara contraposición a la acepción que utiliza el
Observatorio
de la Urbanización del
Departamento
de Geografía de
la Universidad
Autónoma
de Barcelona que lo utiliza para referirse a ese territorio de
transitoriedad entre lo urbano y lo rural.
Los
rurbanos mentales,
refiriéndome a la mentalidad ....
...urbana de muchos que habitan-habitamos
los núcleos rurales, al abrir sus ventanas y
observar
verdor, caseríos en las laderas y desde
la ventanilla del coche,
algún animal pastando, estos
rurbanos mentales estiman que ellos ya conocen suficientemente,
cuando no en exceso, la realidad del campo y de sus gentes cuando la
realidad, mucho me temo, es que no tienen ni repajolera idea de cómo
viven y trabajan los productores de hoy en día.
Pues
bien, entre los urbanos que ni conocen el mundo rural y menos a los
baserritarras o la actividad agropecuaria y los rurbanos que viven en
el medio rural pero desconocen totalmente la realidad de los
productores, como se dice vulgarmente, lo tenemos claro y es por ello
que en este contexto las iniciativas de aproximación y acercamiento
entre la gente del campo y la ciudad son más necesarias que nunca.
En
este sentido tengo que reconocer públicamente, al igual que en
ocasión anterior tiré de la oreja a la Diputación Foral de
Gipuzkoa por olvidarse de la gente del sector agrario para diseñar
el futuro del territorio, el esfuerzo humano y presupuestario que ha
efectuado al acercarse a su realidad rural a trevés del programa
LandaGipuzkoa plus que, dirigido
a los 48 municipios menores de 2.500
habitantes (algo más de la mitad de los municipios del territorio)
que
cuentan
con escaso peso poblacional pero de vital importancia para el
equilibrio territorial del país con un plan, ambicioso en su diseño
y esperemos que respaldado presupuestariamente a lo largo de toda la
legislatura, cuenta
con
cuatro ejes como son la expansión de la fibra óptica a los 48
municipios, empezando por los cascos y alcanzando finalmente al
conjunto de la población, la promoción económica apoyando los
proyectos estratégicos que se presenten desde esas localidades al
ser conscientes que además de ser base de su alternativa residencial
tienen que ser una alternativa laboral para sus gentes, la
renovación de los 3.360 kilómetros de caminos rurales, muchos de
ellos en estado de extrema necesidad de renovación y finalmente, la
solución a los problemas que la red eléctrica tiene en muchas de
estas zonas rurales con una red sobresaturada, al límite de sus
posibilidades, que salta con medio rayo y que debe ser solventado
desde la colaboración público-privada y cuando me refiero privada
no me refiero a que lo tengan que abonar los baserritarras o rurales
directamente afectados si no a la empresa privada, a buen
entendedor..., responsable de crear y mantener la red eléctrica en
condiciones.
Soy
consciente de la imagen que tienen los baserritarras y la población
rural para muchos urbanitas pero, sin querer herir a nadie, creo que
no me
confundo al calificar como “nuevos catetos” a aquellos japiguais
que, emulando a los nuevos ricos, conocen el Caribe mientras
desconocen los pueblitos que le rodean o el origen de los alimentos
que diariamente se llevan al plato.
Xabier
Iraola Agirrezabala
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