Fenomeno PARA-NADA-NORMAL
En
los tiempos que corren ya nada es lo que era ni lo que parecía y
corriendo el peligro de hablar como el abuelo cebolleta, creo
reflejar el sentir de mucha gente de edad media que siente, sentimos,
que el suelo se mueve bajo sus pies y que aquellas cosas que hasta
ahora daban por asentadas y perpetuas se diluyen fruto de los
continuos cambios que vivimos, acelerados aún más si cabe, con la
aplicación de las nuevas tecnologías.
Me
explico, con tres ejemplos ilustrativos como son el de mi amigo Jesús
que está haciendo el camino de Santiago por etapas, a trompicones, y
cómo para volver a al lugar de inicio de la etapa a recoger su
vehículo particular no recurre ni al autobús ni al taxi sino a
Blabacar donde comparte coche con otros individuos a los que no
conoce de nada; mi compañera de trabajo Ixiar recurre al servicio de
intercambio de casas HomeforHome donde planifica sus vacaciones
intercambiando su casa con la de otro individuos que tampoco conoce
de antemano y finalmente, mi amigo soriano Fernando, viejo compañero
del colegio de los Padres Reparadores, que recurre a AirBnb para
maximizar la ocupación de las habitaciones que le quedan libres en
su piso de Madrid donde reside habitualmente.
En
lo tres casos de lo que ahora se conoce como economía colaborativa,
teniendo en cuenta lo que Wikipedia define como “Un
sistema económico en el que se comparten e intercambian bienes y
servicios a través de plataformas digitales”, unos y otros
recurren a la vía digital para optimizar el uso de sus bienes (casa,
coche, vacaciones, etc) y de paso, logran bien a través de un
intercambio puro o a través de un pequeño pago, un servicio o bien
de una forma manifiestamente más económica que a través de las
vías convencionales.
La verdad sea dicha que mi rigidez mental me impide adaptarme a los
nuevos tiempos, a los nuevos hábitos y como imagino le ocurrirá a
muchos de mis lectores, esta incapacidad mía me lleva a un rechazo
inicial que, sí o sí, sé que debo ir superando o relajando si es
que quiero ir aclimatándome a la nueva realidad que me rodea.
Personalmente, se me hace muy cuesta arriba aceptar que un individuo
pueda ....
....alquilar una habitación de su casa así, tan alegremente,
mientras los establecimientos convencionales tienen que cumplir
farragosas reglamentaciones administrativas y les adelanto que los
pelos se me ponen como escarpias, sólo con pensar, que mientras los
dueños de los agroturismos han invertido fuertemente en
acondicionar sus caseríos ajustándolos a las estrictas normativas,
lleguemos a ver cómo cualquier propietario de caserío pueda
alquilar las habitaciones libres de su caserío a través de estas
dichosas plataformas digitales. ¡Maldita la gracia!
Mientras
escribo ésto, mi perplejidad aumenta cuando mi amigo Davit me
informa que aterrizan en Euskadi unos jóvenes que promueven, a
través de la colaboración y el intercambio de nodos, una red
de de telecomunicaciones en
la que particulares, organizaciones, empresas y todo tipo de
entidades participan promoviendo e invirtiendo en una infraestructura
de comunes
que les proporciona un acceso
a las telecomunicaciones y a Internet
de calidad y a un precio justo una red, cuestión altamente, en mi
opinión, para el mundo rural especialmente diseminado como es el
vasco.
Y yo me pregunto, dado que vamos a intercambiar y compartir casa,
coche, wifi, etc, ¿no será aplicable este mismo principio a toda
esa maquinaria y herramienta que abunda en las explotaciones
agropecuarias del mundo mundial para ser usadas, sólo, unos pocos
días al año?
Todavía me acuerdo cómo en uno de los recomendables viajes
profesionales que organiza la Federación de Cooperativas Agrarias de
Euskadi, más concretamente, en el viaje a Finlandia, pudimos conocer
un servicio de intermediación, telefónico-digital, donde cientos de
agricultores intercambiaban y optimizaban el rendimiento de su
maquinaria ofreciendo, en sus momentos ociosos o con menos carga de
trabajo en la propia explotación, su maquinaria a otras
explotaciones vecinas y ahora, visto lo visto, caigo en la cuenta que
los finlandeses, además de en Educación, van por delante nuestra en
otros muchos aspectos de la vida.
Las neuronas las tenemos duras y por ello, quizás, nos es harto
difícil acomodarnos a los nuevos tiempos y a este fenómeno de la
economía colaborativa pero creo que ha llegado el momento de que le
demos una vuelta al asunto, cansémos la cabeza y reflexionemos sobre
aquellos bienes y servicios que podemos intercambiar-compartir bien
entre los propios productores bien sea con los propios consumidores
que adquieren nuestros productos.
La Comisión
Europea acaba de pedir esta misma semana a los Gobiernos nacionales
que dejen de restringir la llamada economía colaborativa y acaba de
publicar, a modo de recomendación, las primeras normas comúnes para
relanzar e incluso, la Comisaria “de Mercado Interior, Elzbieta
Bienkowska, ha llegado a afirmar que estas plataformas colaborativas
“ofrecen posibilidades y no constituyen una amenaza” por lo
tanto, finalizo, subrayando la necesidad de que el sector agrario y
la población rural en su conjunto esté atenta a este fenómeno
“para-nada-normal”.
Xabier Iraola
Agirrezabala
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