Amama Sebastiana
Esta misma semana se plasmó,
negro sobre blanco, en el boletín oficial de Euskadi la Ley del Estatuto de la
Mujer Agricultora que previamente fue aprobada en el Parlamento Vasco por
unanimidad de todas las fuerzas parlamentarias allí presentes. Sí, lo ha leído
bien, extrañamente fue aprobada por unanimidad concitando el apoyo de
parlamentarios de derechas, centro e izquierda, sean nacionalistas vascos o
nacionalistas españoles.
El Estatuto recoge una serie de
principios, teóricos y generalistas, de apoyo a la mujer agricultora y de
fomento de políticas de igualdad para poder visibilizar el hasta ahora
“invisible” trabajo desempeñado por estas mujeres, heroínas del día a día y
verdadero pilar del caserío.
Conozco de primera mano, no tengo
más que recordar a mi querida abuela Sebastiana, de numerosos ejemplos donde el
marido era el verdadero señorito de la finca, el que acudía a la feria semanal,
el que mantenía las relaciones públicas con las fuerzas vivas (ayuntamiento,
médico, boticario, párroco, etc.) mientras su señora, de forma callada,
compaginaba las tareas domésticas con las propias del caserío como explotación
y así, entre parto y parto, por cierto numerosos, se cuidaba la familia, se
limpiaba la casa, se trabajaba la huerta y se alimentaba el ganado. ¡Ahí es
nada!.
No les descubro nada si les
reconozco que los tiempos han cambiado mucho y además para bien, pero aún así,
son numerosos todavía los caseríos donde la mujer sigue en un segundo plano
frente al omnipresente hombre que, salvando la distancia con los tiempos
pasados, es el verdadero “relaciones públicas” de la familia y el que mantiene
las relaciones administrativas, comerciales, etc. con todos aquellos que
afectan a la explotación agropecuaria.
Por ello, acojo con prudente optimismo
el Estatuto, y creo que ....
asimismo lo ha acogido el conjunto del sector y muy
especialmente, las mujeres del mismo, pues aún sabiendo que por la aprobación
de una Ley no va a solucionarse todo, sí que valoramos positivamente el gesto
de los responsables políticos reconociendo el papel que juega la mujer en el
sector primario y las diferentes propuestas planteadas con carácter positivo
para impulsar la titularidad compartida de las explotaciones, priorizar en
planes y líneas de ayudas aquellas explotaciones dirigidas, única o de forma
compartida por mujeres, y aquellas otras medidas cuyo objetivo es visibilizar
lo que tenemos delante de nuestra jeta pero no somos capaces de reconocer.
El Estatuto en sí no es la
solución pero si un primer paso positivo por eso mismo me ha extrañado, muy
mucho además, el posicionamiento contrario del sindicato agrario EHNE que ha
destacado su carácter voluntarista y su falta de concreción cuando es de sobra
conocido, al menos por aquellos que han participado en la gestación de dicha
Ley durante un eterno parto de cinco años, que se han incorporado todas las
propuestas presentadas por los miembros de la Comisión creada al efecto y que,
lo que ahora se reclama públicamente, no ha sido recogido por no haber sido
previamente planteado por lo que, una vez más, tendremos que valorar estos
posicionamientos públicos en clave interna y en lógica, concederles la
importancia que tienen.
Por cierto que el papel de la
mujer en el caserío está de plena actualidad, no sólo por la aprobación del
Estatuto, sino principalmente por el estreno comercial de la película AMAMA del
bergarés Asier Altuna que, en las numerosas
entrevistas periodísticas que toda estrella debe hacer en la promoción de sus
trabajos, ha llegado a afirmar que dicha película quiere ser un homenaje al caserío
y al mundo rural vasco. Creo, así lo siento al menos, no es ninguna casualidad
que haya sido la figura de una mujer, la amama (abuela), quien protagonice,
desde su silencio clamoroso, la vida del caserío familiar y de dicha película.
Deseo que el éxito en taquilla
logrado por esta película sea un anticipo del éxito que vaya a cosechar el
Estatuto en los próximos años; eso sí, ello depende de todos y cada uno de
nosotros-as.
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