Cabreado
Vuelvo
mosqueado de una reunión en la que los ponentes afirman que los
vascos bebemos una media de 3 litros de sidra al año,
particularmente me mosqueo porque la verdad sea dicha no me cuadran
los números y menos aún, si tengo en cuenta que en la cena semanal
de mi cuadrilla, nos bebemos una botellita por cabeza. Comento el
dato entre mi sanedrín científico y acabamos en uno de nuestros
debates post-postre, cómo no, en la conclusión científicamente
inapelable que la sociedad actual, la que llamo del pichiglás, anda
algo más que despistada y sin saber apreciar lo verdaderamente bueno
que nos ofrece nuestra tierra. Por cierto, hablando de cosas
sabrosas, el postre de esta semana era una tarta de tiramisú de la
pastelería Aizpurua, elaborada por el venezolano vascoparlante
Horacio, con la que alcanzamos a tocar con los dedos el mismísimo
cielo. ¡ósea, ya saben!.
Igualmente
mosqueado, quizás debiera decir cabreado, anda la gente del campo
con el tratamiento que recibe de los urbanitas que se acercan al
territorio agrícola con esas mismas gafas con las que observa la
realidad urbana y que juzgan ciertos hábitos de trabajo y maneras de
gestionar sus rebaños y tratar los animales, siempre, bajo sus
coordenadas mentales plenamente urbanitas. Pues bien, hace bien poco,
hemos conocido el caso de un pastor que acudió acompañado de sus
perros en su coche a una finca donde, al parecer, se le habían
escapado algunas ovejas al tener caído parte del cierre perimetral y
resulta que, la tarea se complicó y alargó más de lo esperado y
mientras tanto, unos paseantes que vieron los perros dentro del
coche, denunciaron el abandono de dichos perros y así, este pastor
fue acusado de maltratar a sus perros, por cierto, sus animales de
trabajo en su faceta pastoril. Gracias a Dios, o mejor dicho, al
sentido común del juez, dicho pastor fue absuelto pero ello no es
óbice para que la alarma generada por dicha denuncia se haya
expandido por el sector en su totalidad.
No
suficiente con ello, hace unos días, la prensa daba cuenta de la
denuncia de unos propietarios de perros, cazadores a más señas,
cuyos perros andaban sueltos por el monte (no olvidemos que en las
coordenadas mentales de esta gente o similares, el monte es de todos)
y ahuyentaron el rebaño de un pastor que, encabronado como es
lógico, golpeó a dichos perros y ahora, se enfrenta a una pena de
cárcel de siete meses, de la que se libra al no tener antecedentes,
y a la inhabilitación de ejercer su oficio por 2 años. Por cierto,
penas de cárcel por 3 años y multas económicas son también lo que
han pedido para unos ganaderos de vacuno de leche por los daños
medioambientales ocasionados por la rotura de un conducto subterráneo
de la fosa de purines que provocó una fuga que acabó vertiéndose
en el río y provocó la muerte de truchas y cangrejos autóctonos.
Exponiendo
algunos de los casos que hemos conocido estos últimos tiempos, no
estoy queriendo amparar ningún comportamiento delictivo ni
claramente perjudicial para los animales o para el medio ambiente
pero convendrán conmigo que es fácilmente comprensible que la gente
del campo ande encabronada con dichas actuaciones, tanto de
denunciantes como fiscales o jueces, y con que se pidan penas de
cárcel, tan alegremente, para unas explotaciones donde la
inhabilitación para ejercer su oficio o el encarcelamiento de sus
titulares, supone automáticamente el cierre de la explotación
familiar.
Soy
consciente del malestar general y creciente que existe en el sector
primario con el desdén, ninguneo y el tratamiento tan injusto como
desproporcionado que reciben del mundo urbano, ahora bien, creo que
ha llegado el momento de reaccionar y convertir ese cabreo en motor
de cambio para esta situación inaguantable. Por ello, llegados a
este punto, creo que es el momento oportuno de invitar a Euskadi al
siempre genial geólogo asturiano Jaime Izquierdo a que presente su
nuevo libro “La gestión creativa del cabreo”. Creo que Jaime,
buen conocedor de la realidad rural vasca y experto en desarrollo
rural, además de un magnífico escritor, puede ser un guía útil y
valido para alumbrarnos en la espesa niebla en que vivimos y
mostrarnos la forma de convertir la energía del cabreo en una
energía para el cambio.
Poco
les puedo decir del libro puesto que aún no me ha llegado a pesar de
haberlo solicitado, pero por lo poco que he podido leer sobre él,
Jaime nos relata que muchos de los grandes genios que tuvieron ideas
revolucionarias o protagonizaron descubrimientos trascendentes,
fueron en principio, y antes de pasar a la historia por sus
aportaciones, personajes cabreados que tuvieron que luchar contra lo
establecido y que sus avances no hubieran sido posibles sin, primero,
haberse cabreado y, segundo, haber controlado esa energía cabreante,
domándola, depurándola y utilizándola como combustible para
demostrar el acierto de sus postulados.
Por
ello, ante tanto trato vejatorio, desdén, incomprensión, ninguneo,
burla, etc., señores del rural (expresión que me suena arcaica pero
ciertamente preciosa), señores y señoras baserritarras, dejen de
rumiar la ingente cantidad de cabreo que albergan en su interior y
una vez superada la fase del lamento (lamerse las heridas), pónganse
manos a la obra para transformar esa energía del cabreo en energía
del cambio de la situación. Ya lo decía aquel: “la energía ni
se crea ni se destruye, se transforma”. ¡Saquen conclusiones!
Xabier
Iraola Agirrezabala
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