El caldito de mi cuñado





Mi hijo es, por lo general, bastante buen comedor pero tengo que reconocer que en asunto de croquetas es bastante tiquismiquis pues sólo come las croquetas de amama (abuela). Mira que lo hemos intentando de las más diversas maneras, pero no hay forma de meterle ni una sola croqueta que no sea elaborada por mi querida suegra y por ello, antes de echarse a la boca cualquier croqueta,  hace la pregunta de rigor, ¿serán de amama, no?

No le ocurre lo mismo a mi cuñado el mayor que, éste también es buen comedor, como suele decirse coloquialmente, con mejor saque que el propio pelotari Titín y es que cuando acude a su refugio riojano es cliente habitual de un bar famoso por su caldito, agárrense los machitos, cuya fórmula mágica no le pertenece al cocinero sino a la multinacional que envasa el caldo en los briks que el establecimiento sirve, eso sí, con esmero y cariño.

Algo similar a lo que ocurría en el anuncio de aquella famosa fabada donde la imagen de una entrañable abuelita era utilizada para engañar a sus comensales que ni por asomo imaginaban que dicha abuelita les servía un fabada de lata como si fuese una fabada artesanal cocinada por ella misma, con paciencia, mimo y cariño durante toda la mañana es algo muy ilustrativo de lo que ocurre, día sí y día también, en nuestros comercios donde abundan los términos casero, artesano, natural, etc. en productos elaborados a escala macroindustrial por potentes empresas agroalimentarias.

Pues bien, este uso y/o abuso, cuyo único fin es generar la confusión del consumidor final, ha sido recientemente denunciada por una organización de consumidores, OCU para más señas, que ha señalado el nombre de 24 empresas que utilizan dichos términos para confundir al comprador y lograr su adquisición valiéndose de la confianza que le generan apelativos como casero, natural, artesano, etc. y reclamando de las autoridades pertinentes que se impulse la oportuna normativa legal para cortar por lo sano este abuso de cuatro empresas que intentan atribuir a sus productos industriales unos atributos que en realidad no tienen.

No sé qué pensarán sobre esta denuncia las industrias directamente señaladas en dicha denuncia y otras muchas que van por el mismo camino pero, para que sean conscientes del negocio que se mueve por estos lares, traerles a colación que recientemente la prensa madrileña destacaba, por ejemplo,la fortaleza del negocio de las “croquetas caseras” bien sea para el consumidor final pero sobre todo para el canal Horeca, ósea, hostelería, restauración y catering, al concitarse factores como la reducción de las dimensiones de los establecimientos (reduciendo la cocina a su mínima expresión), la consiguiente reducción de personal en las cocinas y el que la croqueta se haya alzado al segundo puesto del ranking de pintxos, por detrás de mi amada tortilla de patatas (como diría Belén Esteban, ¡yo por mi tortilla, mato!), como decía, estos factores han impulsado un pujante nicho de negocio donde la vasca Gesalaga Precocinados, que elabora 120.000 croquetas diarias y con 11 millones de euros de facturación en el año 2016, es la reina de la croqueta “casera”.

Desde luego que estas empresas de alimentos “gourmet” aprovechan este suculento nicho de mercado, cumplen su función social y sacian las necesidades tanto de los establecimientos hosteleros como de miles de consumidores que rechazan pasar su tiempo haciendo la masa de la croqueta, haciendo el caldo con las verduras, huesos y carne u otro tipo de alimentos. Desde luego que la elaboración de dichos productos ha mejorado notablemente con innovación tecnológica y mejora de procesos pero, ello no es óbice, para que los elaboradores realmente artesanos y caseros, que haberlos haylos, y particularmente, los consumidores no exijan una normativa estricta sobre etiquetado alimentario, regulando el uso de términos como los mencionados (artesano, casero, familiar, tradicional, etc.) para evitar, en la medida de lo posible, el fraude y engaño a los consumidores y de paso, la urgencia de establecer controles reales y efectivos para asegurar que la publicidad de alimentos y bebidas sea transparente, clara y real.

Les adelanto que la exigencia de estas normativas no es para fastidiar a nadie en particular, sino, para defender a los míos y especialmente, a mi queridísimo cuñado.


Xabier Iraola Agirrezabala


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