Cosmopueblita
Esta semana el presidente yanqui del tupé dorado anda de aniversario
al cumplirse el primer año de su victoria frente a una Hillary
Clinton que no acaba de recuperarse del inesperado batacazo. Los
adversarios y enemigos del locuaz inquilino de la Casa Blanca, que
como imaginarán son legión, le recuerdan que su victoria está
sustentada en un injusto sistema electoral ya que son cerca de tres
millones de personas más quienes optaron por Hillary. La enorme
diferencia del voto republicano en los entornos rurales, 62% de Trump
frente al 34% de Clinton, frente a la clara ventaja demócrata en las
ciudades más importantes, 59% de Clinton frente al 35% de Trump, le
fue suficiente para recabar los votos electorales de unos pocos
estados, votos previstos en el complicado sistema electoral
norteamericano, que acabaron de inclinar la balanza electoral en
favor de Trump. Como se imaginarán este desfase entre votos reales y
votos electorales impulsó un debate sobre dicho sistema electoral
que, por lo que yo sé, no ha cristalizado en nada pero no quisiera
dejar escapar la ocasión para abordar una serie de cuestiones que,
en mi opinión, son importantes para el porvenir del mundo rural.
Comienzo diciendo que la tendencia a la concentración de la
población en los entornos urbanos, ciudades y megaciudades, es
creciente e imparable, elijan el nivel que elijan en el momento de
hacer un diagnóstico de la situación. Según la propia ONU,
mientras en el año 1950 el 30% de los habitantes de la tierra vivía
en ciudades, en 2015 ya era el 54% (3.960 millones de personas) y
pronostica que para el año 2030 se llegará a un 60%, lo que
supondrá 5.060 millones de personas hacinadas en las ciudades y,
como supondrán bien, la inmensa mayoría de esos nuevos habitantes
provienen de las zonas rurales que van progresivamente vaciándose y
muriéndose.
En el Estado, salvadas las distancias, también estamos viviendo una
concentración de la población en las áreas urbanas con lo que se
está provocando un doble fenómeno de vacío en torno a la capital
del Reino, Madrid, que fagocita la vida de todas las provincias más
próximas, y en las áreas costeras además de una concentración
interna en cada una de las provincias en favor de la capital de cada
una de ellas, es decir, los pocos habitantes que sobreviven a la
aspiradora de Madrid y de la Costa, lo hacen refugiados en su pequeña
capital provincial.
En este sentido, leyendo el Informe “Población y despoblación en
España 2016” elaborado por la Comisión de Despoblación de la
Federación Española de Municipios y Provincias, podemos observar
una serie de datos que te dejan sobrecogido:
el 61% de los municipios
concentran sólo el 3,15% de los habitantes del país frente al 1,76
de los municipios que concentran el 12,6% de la población; el número
de municipios con menos de 100 habitantes pasa de 928 en el año 2000
a 1286 en el año 2016; la mitad de los municipios españoles están
en peligro de extinción; 36 provincias han perdido habitantes
durante el último año, destacando con descensos superiores al 1%
provincias de amplia trayectoria “despobladora” como Zamora,
Cuenca, Teruel, ….y para finalizar con el chorreo de datos, como
muestra de la concentración interna de cada una de las provincias,
decir que mientras España perdió 67.374 habitantes entre 2015 y
2016, la suma de la población de las capitales ha aumentado en
14.000 lo que significa que la sangría demográfica se ha
concentrado en los municipios rurales, tal y como decía antes,
municipios que ya están afectados desde años y/o décadas por
acusados procesos de despoblación. En definitiva, observamos un
decremento de la población rural y su paralela concentración en las
urbes y la cuestión a dirimir es si queremos seguir manteniendo esta
tendencia, reforzarla y con ello vaciar aún más el interior rural
del país o si por el contrario queremos afrontarla y asentar las
bases para frenar esta infernal tendencia.
En el momento actual donde las cuestiones políticas se viven
intensamente y los debates se tensan hasta el extremo, no faltan
quienes denuncian que los actuales sistemas electorales sustentan un
cierto desfase entre los votos reales y electorales y ponen como
prueba de ello, el rodillo de la mayoría absoluta del PP en el
Senado, basada en los senadores de las provincias rurales, la mayoría
independentista en el Parlamento Catalán sustentada en los votos
electorales del interior más rural o viniendo más cerca el
“excesivo” peso de las cuadrillas o demarcaciones forales en los
Territorios Históricos vascos. Incluso hay quien como Ciudadanos
propone una reforma electoral para ir hacia un sistema más lineal
que daría mayor peso a las urbes y provincias más pobladas,
quitando de paso peso a las demarcaciones más rurales y con ello
menos pobladas. Quizás, en el corto plazo, sea lo más interesante
para sus siglas. Ahora bien, creo que a largo plazo puede ser lo peor
para el conjunto del país que puede acabar por ser incapaz de
afrontar los graves problemas que acarrearía un país concentrado en
unas pocas zonas mientras amplios territorios quedan desertificados.
Soy consciente que el futuro de estas zonas y provincias rurales
depende más de políticas integrales que abarquen impulso económico
(agrario, industrial y servicios), servicios y prestaciones sociales
(sanitarios, educativos, personas mayores, etc.) que de una mera
cuestión electoral pero déjenme decirles que el futuro de esas
zonas rurales y de sus habitantes serán aún más negro si el
sistema electoral no obliga a los políticos a mirar por estas gentes
y provincias chiquitinas, a impulsar políticas de desarrollo de sus
territorios rurales para así, cómo no, ganarse su respaldo
electoral.
Eso sí, la cuestión electoral no debiera ser únicamente del
interés de los políticos, siendo los propios ciudadanos de esas
zonas rurales quienes tienen que ser conscientes de su fuerza,
adoptar una actitud más proactiva y en definitiva, ser más
exigentes con sus responsables políticos para, dejando inercias
estériles, apoyar y/o retirar el voto en función de los resultados
obtenidos.
Desde mi óptica “Cosmopueblita” (término aragonés que
incorporo a mi diccionario particular), creo que no se trata de que
te compren el voto si no de que no nos tomen más el pelo, que no nos
abandonen y que seamos conscientes del enorme valor de nuestro voto.
¡ósea, rurales al poder!
Xabier Iraola Agirrezabala
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