FERVOR RURAL




Elegir el tema sobre el que escribir semanalmente, además de un pequeño suplicio mental, suele ser el resultado de una caprichosa conjunción de estrujamiento mental y casualidades socio-laborales que le llevan a uno por desconocidos derroteros que, a la postre, finalizan en el sitio menos esperado.

Una vez fijada la temática, les tengo que reconocer que recurro a la técnica de los bertsolaris (improvisadores de versos) que piensan primero cuál va a ser el remate final y componen, de atrás para adelante, el verso en su totalidad. Habitualmente, enfilo la tarea con una anécdota de mi entorno más próximo pero iniciado el camino hacia un final prefijado, mis palabras discurren por un camino de rectas y curvas que, la inmensa mayoría de las veces, acaba donde no debieran. Ósea, que la técnica y mis intenciones van por unos derroteros pero la realidad, va por otros bien distintos.

Esta vez, cuando ando enfrascado en la organización de unas Jornadas de Puertas Abiertas, llamada ONGI ETORRI BASERRIRA, que organizadas por la organización agraria ENBA consiste en abrir las puertas de 36 caseríos vascos los días 5 y 6 de Julio para que la población urbana pueda conocer el modo de vida y el trabajo de nuestros baserritarras, las continuas llamadas de interesados en asistir a las mismas, me proporcionan la ocasión de interactuar con gente del mundo urbano que, dicho cariñosamente, no tienen repajolera idea de la cuestión rural y agraria pero que, satisfactoriamente, muestran un gran interés en saber algo más de este mundo, en principio, ajeno. Como decía, estas llamadas me ponen sobreaviso de la preocupante lejanía con que vive el mundo urbano del rural, incluso, en una Euskadi con un sector agrorrural que en su inmensa mayoría podría ser calificado de periurbano.

Pues bien, hace unos pocos días leí un interesante y completo artículo de opinión de Fernando Fernández Such , experto en políticas agrarias y desarrollo rural vinculado políticamente a PODEMOS, titulado “El mundo rural, la agricultura y la alimentación más allá del Ministerio” y en el mismo, tras sesudas y profundas reflexiones, reclamaba una política integral de Desarrollo Rural que, como recoge su mismo título, vaya más allá del sector agrario y abogaba por resucitar la ley 45/07 de Desarrollo Sostenible del Medio Rural que duerme en algún cajón ministerial y que, ésto ya es cosecha mía, para cuando la revivan ya estará totalmente desfasada. En ese mismo artículo Fernando reclama un enfoque territorial de la política rural y reclama instrumentos y medidas acordes con el nuevo enfoque que propugna.

Coincidiendo en los tiempos, el Departamento de Desarrollo Económico e Infraestructuras de mi admirada Consejera, Arantxa Tapia, acaba de lanzar públicamente el pistoletazo de salida del largo, sinuoso y tortuoso proceso político-administrativo para aprobar una nueva Ley de Desarrollo Rural que ahora se ha expuesto a información pública y posteriormente, tras el trámite interno del propio ejecutivo será llevado al Parlamento Vasco para su debate y aprobación.


La nueva Ley de Desarrollo Rural (en adelante, DR) viene a sustituir la viejuna Ley del año 1998 que, basándose en la Estrategia de DR configurada en 1992, apuntaba una serie de objetivos acertados y pertinentes y una serie de herramientas político-administrativas que, por muy bienintencionadas que fuesen, han dejado bastante que desear.

Tal y como apuntaba Fernández Such en su artículo y recoge el anteproyecto de la nueva ley vasca de DR en su exposición de motivos, la política de desarrollo rural es mucho más que política agraria y por ello es, tan deseable como necesaria, además de un enfoque territorial la implicación y participación activa de los diferentes niveles administrativos de los que nos hemos dotado los vascos y de todos los departamentos de cada uno de sus instituciones para, al menos si eso es lo que se quiere, impulsar el mundo rural, sus territorios, municipios y gentes.

La vieja ley apuntaba en ese sentido inter-institucional e inter-departamental, planteaba consejos consultivos territoriales e incluso se firmó un Pacto Social con el que se quería escenificar el compromiso y la corresponsabilidad de las entidades públicas y privadas allí firmantes para con el mundo rural. Ahora bien, echando la vista atrás, aún siendo consciente de los avances que hemos dado, no es menos cierto que muchas de las herramientas han sido ineficaces y que el compromiso de algunos duró lo que el flash de las cámaras. La realidad del día a día nos ha demostrado que, a pesar de todo lo dicho y firmado, la política de desarrollo rural ha sido cosa de uno, cosa del departamento agrorrural de turno y que el resto de departamentos, salvadas las excepciones, no hacen más que ponerse de perfil en el momento de demostrar su compromiso y ponerse de frente en el momento de impedir la aplicación de políticas de desarrollo económico, educativo, socio-sanitario, transporte, vivienda, etc.

La nueva Ley de DR, por otra parte, es una inmejorable ocasión para “renovar votos” por la vocación rural pero mucho me temo que para que todos los monjes del convento trabajen en la misma dirección será necesario, primero, que el prior, ósea el Lehendakari Urkullu se convezca e implique activamente en la materia e imparta las instrucciones pertinentes y segundo, que el resto de la congregación, consejeros y consejeras de los diferentes departamentos, sean ungidos del espíritu rural en alguna sesión de ejercicios espirituales que, humildemente, me presto a organizar en algún punto de la Euskadi profunda.


Xabier Iraola Agirrezabala

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