La sonrisa de Greta




No sé si a usted le ocurre lo mismo pero uno llega a vísperas navideñas, más que harto, de ver desde mediados del mes de octubre, fin de semana fin de semana viene, películas ñoñas de ambiente navideño donde el omnipresente santa claus aparece y desaparece y donde los amores y desamores de parejas y familias son milagrosamente reconducidas por el personaje rechoncho y barbudo, ataviado con su infalible traje rojo y al mando de un trineo tirado por renos.

Las películas, ñoñas y bobaliconas a más no poder, son magnífica compañía para la siesta que uno echa en su sillón preferido pero les advierto que dichas películas (quizás sea mucho llamarlas así) de lo empalagosas que son que hasta resultan peligrosas para diabéticos. Por cierto, me llama poderosamente la atención que esta invasión de “santas“s sea tan sumisamente aceptada por el público en general y que no opongamos el más mínimo reparo hacia este sibilino tipo de colonialismo yanqui. Tal es el colonialismo y tal es el borreguismo imperante entre los espectadores que incluso hay una cadena, la tercera, que utiliza como lema para su felicitación navideña, el castizo “Love Xmas” y el respetable no dice, ni mú.

Los americanos son verdaderos maestros en imponernos sus costumbres, ritos y fiestas, sobretodo aquellas que van más ligadas al consumo desenfrenado pero si usted recapacita un poquitín caerá en la cuenta que los verdaderos maestros no son los yanquis sino nosotros que, en verdad, somos verdaderos maestros en ir asimilando todas aquellas fiestas, ritos y tradiciones que integren una doble característica, el jolgorio y el consumismo. Así nos sumamos al Helloween, al Black Friday, al Año Nuevo Chino, CiberMonday, al Día del Soltero Chino, Día de San Valentín, ….. En definitiva, nos apuntamos a todo salvo a las propias que no cumplan la doble faceta apuntada y por ser excesivamente austeras, serias y religiosas.



Tenemos tan adentrado el consumismo en nuestras vidas que ni siquiera caemos en la cuenta del mismo. Compramos alimentos como si no hubiese un mañana y en consecuencia, en general, despilfarramos un tercio de los alimentos. Compramos ropa como si fuésemos verdaderos dandis de la pantalla mientras las estadísticas nos demuestran que sólo utilizamos entre el 20 y el 30% de la ropa que poseemos en el armario. Viajamos desenfrenadamente combinando viajes cortos (en nuestra comunidad) y medios (Mediterráneo o Islas) con viajes largos por el viejo continente o allende de los mares mientras, paradójicamente, ignoramos los pueblitos de nuestra tierra más próxima. Apostamos por el montañismo como si fuésemos el mismísimo Juanito Oiarzabal, nos equipamos con ropa apta para subir al Everest cuando lo único que hacemos es ir al Pirineo, apaciblemente por autopista con nuestra furgoneta de 50.000 euros para así, subir hasta la base de la montaña o de las pistas de ski. Adquirimos comida precocinada y envasada en el denostado plástico porque no tenemos tiempo para cocinar mientras las estadísticas nos recuerdan que cada uno de nosotros se pasa 2-3 horas frente a las pantallas. Comemos más alimentos de los que nuestra sedentaria vida requiere sin caer en la cuenta que lo que necesitamos es una dieta variada, sana y equilibrada pero más escasa para así no tener que recurrir a chorradas como dietas milagrosas, veganismos, etc o a superalimentos que vienen del otro extremo del globo y puestos de moda por industrias alimentarias y/o gurús a sueldo de las mismas mientras despreciamos el producto local.

Este consumismo desenfrenado que me hierve la sangre y que como decía el anuncio, vuelve cada año con la propia Navidad, o mejor dicho con nuestro modelo de Navidad, es el que ha provocado que actualmente tengamos el planeta como lo tenemos, hecho unos zorros y lamentablemente, la consecuencia más directa y acuciante es que la cuestión del Cambio Climático ha pasado a ser, estos últimos años, de ser considerado como una reclamación propia de los movimientos ecologistas más radicales a pasar a ser la columna vertebral sobre la que bascula la agenda política mundial. El Cambio Climático ha copado la actualidad mundial con la celebración del COP25 en Madrid, la Comisión Europea ha presentado un paquete de medidas ambientales denominado el Pacto Verde Europeo con el que Europa pretende situarse a la vanguardia en la lucha contra el Cambio Climático e incluso, hasta el alcalde Madrid, José Luis Martínez-Almeida, se ha visto obligado a salir a la palestra para aceptar medidas contra el tráfico urbano hasta ahora inaceptables para él. Madrid, urbe con habituales problemas de contaminación que, accidentalmente, por la situación política chilena, ha sido el escenario mundial donde ha brillado la luz de la joven estrella Greta Thunberg que con su frágil porte y su inquietante sonrisa ha puesto el dedo sobre la llaga por donde sangra nuestro planeta.

Tristemente, muchos de nosotros hemos preferido mirar al dedo, enredarnos sobre quién está detrás de esta niña, por qué no está en la escuela, etc. y autoconsolarnos con intrigas sobre la cara oculta de este fenómeno comunicativo.
Miramos al dedo para no tener que fijarnos en la llaga y así evadirnos de un debate que nos afecta directamente, que nos cuestiona nuestro consumismo y que consecuentemente, nos pondría en solfa nuestro plácido modo de vida.

En fin, les dejo, ¡me voy de compras!.


Xabier Iraola Agirrezabala



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