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Listo Mari

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Listo Mari es un personaje que abunda en estas fechas. Se acerca a ti y te susurra al oído, cuando no te grita desde lo lejos, con la firme creencia de que con ello aporta lo mejor de sí para el bienestar de la humanidad y con un aire de superioridad que se asemeja al huracán, esa maldita frasecita de “eso ya lo dije yo”. Lo aplicaba hace unos años, en los inicios de la crisis financiera del 2007, y ahora, cuando parecía que ya habíamos salido de la citada crisis, lo readapta para esta crisis sanitaria para la que, por cierto, él ya tiene la solución a aplicar. No se esfuerce, estimado lector, en buscar vacuna o antídoto en combatirlo, no hay quien acabe con ellos. Los hay en abundancia, más que chinches y en toda familia, cuadrilla, centro de trabajo y parlamento que se precie existe un Listo Mari, no vaya a ser que cunda la envidia. Su empeño es tal que su ánimo no decae fácilmente por lo que lo único que nos queda a sus sufridores es la vieja técnica de desconectar, les re...

Cerca, muy cerquita

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Cuando yo era un crío, en mi casa el espacio central era la cocina. Había un comedor, con unos muebles muy pomposos que había hecho mi padre, carpintero por más señas y que durante muchos años, sólo se utilizaba un día al año, en la comida familiar de las fiestas patronales. Aún así, mi madre limpiaba el comedor todas las semanas y los muebles relucían como si fuesen plata de ley. Como decía, el espacio central de nuestra casa era la cocina y en ella se cocinaba, se veía la televisión, la única, charlábamos, discutíamos e incluso, hacía los deberes de la escuela. En las casas de hoy, y quizás más hace una década que ahora mismo, la cocina ha sido reducida a su mínima expresión y tanto es así que, más allá de leyendas urbanas, se asume con total naturalidad que se hagan casas con la nano-cocina únicamente equipada con el microondas para calentar lo que previamente se ha comprado, precocinado y envuelto en el infinito plástico, en el supermercado de la esquina. Cocinar y/o cale...

Cagando y sin papel

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Llego al día de hoy, domingo de Pascua, Aberri Eguna (Día de la Patria) para los patriotas vascos, con el ánimo alicaído y la mente magullada. El confinamiento, a pesar de que lo soporto relativamente bien, está haciendo mella. Llego a la celebración de hoy, tras un par de semanas de locura recluido en el manicomio de Ciempozuelos que es donde se ambienta el magnífico libro de Almudena Grandes, La Madre de Frankestein, donde las paranoias de Aurora y las ansias de libertad de sus protagonistas chocan con la asfixia impuesta por la dictadura franquista para aquellos que no comulgaban con sus ideas. Los vascos, al menos los nacionalistas, allá por el año 1933 ya uníamos nuestro destino como pueblo al proyecto europeo por lo que estos días, más allá del Coronavirus y de sus dramáticas consecuencias, me resulta doblemente doloroso comprobar la debilidad del proyecto común europeo y la visión cortoplacista de muchos de sus líderes. Duele observar cómo las instituciones europeas,...

Valor y Precio

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Le recomiendo encarecidamente que hurgue en las redes y lea el magnífico artículo “Pulse F5: prioridades, coronavirus y sector agrario” de Rubén Villanueva, por lo que sé, un periodista que trabaja en una organización agraria (igual que yo), quien con una delicadeza y maestría viene a decir, al menos en lo que al fondo se refiere, algo que vengo diciendo yo últimamente. Léalo, merece la pena y de paso, se percatará con una facilidad pasmosa, las enormes diferencias que existen entre un profesional de la escritura como él y un simple juntaletras como el que suscribe. Tal y como recoge Villanueva, ha tenido que ser el Real Decreto publicado a consecuencia del covid-19 el que reconozca oficialmente lo que todos sabíamos, que la alimentación y la producción de alimentos es algo esencial para nuestras vidas. Tristemente, ha tenido que llegar la pandemia y otear la orilla de la calamidad para que, vía gubernamental, reconozcan a los productores el trabajo y servicio que hacen al conjun...

Toca reinventarse

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No sé usted, pero en mi caso, el confinamiento lo llevo, relativamente, bien. Es verdad que la actividad, teleactividad mejor dicho, funciona al ralentí y que salvo una reunión presencial que he mantenido y la salida diaria a por el periódico y cuatro compras, no he salido de casa en la última quincena. Incluso empiezo a pensar que me estoy habituando a esta rutina hogareña donde la secuencia de las tareas (compra, trabajo, cocina, lectura, trabajo, bicicleta, tele) va completando el día a día. Y así, día tras día. Ahora bien, que el dichoso virus y sus consecuencias tanto sociosanitarias como económicas sea el monotema de toda nuestra vida, tanto en casa, en el círculo de amistades, trabajo, medios de comunicación, etc. acarrea un agotamiento mental que supera con creces la falta de actividad física y lo que es peor, la falta de relaciones sociales. Por eso mismo, me repatalea tener que recurrir nuevamente al monotema, retorcer el tema hasta el infinito y abordarlo desde d...

En dos palabras, IM-PRESCINDIBLE

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Días antes de las Navidades del 2007, acudí a la Clínica de la Asunción en Tolosa acompañando a nuestra madre aquejada por un insoportable dolor en su brazo. A las pocas horas del ingreso nos comunicaron que nuestra madre tenía dos tumores, uno de pecho y otro en el cerebro, y que presentaba, ya perdonarán los profesionales en la materia mi imprecisión, una metástasis y que la cosa apuntaba, muy pero que muy mal. Como se imaginará el shock de los familiares fue terrible, inmenso y paralizante. Tras el primer golpe, todo, pero todo, pasó a un segundo o tercer plano y tanto es así, al menos en mi caso personal, mi único pensamiento y tarea era ocuparme de, perdonen la expresión, la madre que me parió. Algo similar, creo, nos ha ocurrido con el coronavirus. La semana pasada andábamos haciendo bromas sobre los chinos, chanzas sobre las distancias para con aquellos que no nos caían especialmente bien o en mi caso, sobre el posible cierre de nuestra sociedad gastronómica. Por c...

El virus de marras

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Resuenan por toda la estepa castellana-aragonesa que rodea la capital que todo lo absorbe, las carcajadas de los paisanos al escuchar las ordenes administrativas de nuestras autoridades que recomiendan que dejemos un metro de distancia entre uno y otro en aquellos eventos de más de 1.000 personas . Ellos, los paisanos, que viven en nanopueblos y acostumbrados a distancias kilométricas para poder encontrar otro poblador estepario con el que simplemente mantener una conversación, flipan en colores al escuchar las ordenes que, al parecer, no van con ellos y por la paranoia generada en las urbes ante la imposibilidad de arrejuntarse masivamente en eventos lúdicos sin los cuáles su vida pierde todo el sentido. Mientras tanto, uno que es obediente, siguiendo a pies juntillas las instrucciones de la autoridad competente, ha optado por el teletrabajo para afrontar la dura tarea semanal de juntar letras con el objetivo último de, además de chinchar a mis seguidores más acérrimos, refl...