La mala leche de algunos
Daniele Mezzogori es un veterinario italiano que trabaja en la
organización agraria Confagricoltura que participó en el año 2013
en la Jornada Láctea que celebró la organización agraria ENBA y en
el transcurso de la misma destacó que el 50% de la producción
láctea italiana está destinada a su transformación en quesos
amparados por Denominaciones de Origen Protegida (Parmesano,
Grana-Padano y Gorgonzola) que tienen un renombre internacional por
lo que gran parte de lo elaborado se envía a los mercados
internacionales. Asimismo, en la cena previa a la Jornada, Daniele me
comentaba que además de los afamados quesos con DOP, también hay
que tener en cuenta que en el apartado de la leche líquida, Italia
tiene una parte de su producción comercializada como leche fresca o
pasteurizada puesto que los italianos tienen bien clarito que para
elaborar un buen capuccino, la leche debe ser pasteurizada porque en
caso contrario, reconociéndoles que no tengo ni pajolera idea del
tema puesto que nunca he tomado un capuccino, la leche no espumea
como lo requiere.
Por lo tanto, entre los quesos con DOP y el espumoso capuccino de
marras, los italianos tienen una buena parte de su producción
lechera rehén de esos productos de alto valor añadido, o mejor
dicho, mirándolo desde otro prisma, a salvo del navajeo de la leche
líquida y de la lucha fratricida entre las cadenas de distribución.
En el estado español, por contra, la casi totalidad de la leche
producida se transforma en leche líquida, un producto sin apenas
valor añadido, sin margen para retribuir dignamente el trabajo de
todos los eslabones de la cadena láctea (ganaderos, industria,
distribución) y todo ello porque, uno de los eslabones, decidió
hace unos años que la leche, alimento básico en la dieta familiar,
es un fantástico elemento tractor de la decisión de compra y por lo
tanto, paradójicamente, tal y como les vengo explicando una y mil
veces, el eslabón de la distribución optó por utilizar la leche
como anzuelo para atraer a los consumidores a sus aguas para, una vez
dentro, recuperar las perdidas o la ausencia de beneficio atribuible
a la leche, con otros cientos de productos en los que el consumidor
picará y donde la distribución recuperará, con creces, lo perdido
en la leche.
Pues bien, aún sabiendo que ésta es la triste pero cruda realidad
de nuestro sector lácteo estatal, los ganaderos no acaban de
aprenderse la lección y se dedican a llorar por los rincones, a
dolorosos ejercicios de flagelación colectiva en las diferentes
ferias o concursos del ramo y a llenar con sus dramáticos mensajes
las cada vez más influyentes redes sociales pero eso sí,
incomprensiblemente, siguen haciendo lo mismo que hacían sus
antepasados hace muchos años, es decir, hacer la guerra en solitario
sin caer en la cuenta que con ello, tanto los intermediarios
(primeros compradores) como la industria tienen, siempre, todas las
de ganar.
Esta misma semana, leía con sumo interés pero con no menos
preocupación, el último número de la prestigiosa revista AFRIGA
(revista especializada en el sector lácteo y editada por la
Asociación Frisona Galega) que incluye una encuesta a 69 ganaderos
(incluido el urnietarra Ibon Peñagarikano del caserío Sabordegi y
recientemente galardonado como mejor explotación lechera de
Euskadi), ahí es nada, donde se les pregunta por cómo les ha
afectado el final de las cuotas lácteas y cómo es el negociado del
precio de su leche con la industria, pues bien, me ha llamado la
atención que la inmensa mayoría de ellos reconocen que la
eliminación del sistema de cuotas es perjudicial para el futuro de
su explotación y que no se puede hablar de negociar el precio con la
industria puesto que la realidad del día a día nos demuestra que no
hay negociación sino imposición unilateral por parte industrial.
Leído lo anterior y fijándome en los datos que proporcionan en
dicha encuesta esos ganaderos caigo en la cuenta que la inmensa
mayoría de ellos “negocian” individualmente con la industria,
que otros cuantos pertenecen a cooperativas que se dedican a recoger
la leche de sus asociados y posteriormente a “negociar” con la
industria y que son unos pocos, los que pertenecen a cooperativas
que además de recoger su leche, la transforman y la comercializan y,
casualmente, son éstos los que más tranquilidad transmiten cara al
futuro.
Osea, visto lo visto, la industria (mejor dicho, parte de ella) puede
seguir frotándose las manos puesto que la inmensa mayoría de
ganaderos del Estado, a pesar de todas las putadas que les hagan,
seguirán igual, seguirán sin asociarse a una cooperativa “integral”
(recogida, transformación y comercialización) y por lo tanto, estos
malvados industriales podrán seguir haciendo de las suyas porque los
ganaderos no reaccionan por muchos callos que se les pise.
El resto, los ganaderos incorporados a una cooperativa “integral”,
sin dormirse en los laureles, debieran asumir que pertenecer a una
cooperativa “integral” no les garantiza que vayan a percibir unos
precios que estén fuera de la lógica del mercado pero, leyendo como
leo que por ahí hay contratos a 0,20 €/litro, éstos deben ser
conscientes de lo avanzado y asumir protagonismo en su propio futuro
reclamando a esas cooperativas “integrales” que aborden los
grandes retos de futuro a través de una integración de cooperativas
a nivel estatal donde, respetando e integrando las diferentes
personalidades e identidades particulares de cada una de ellas, sean
capaces de adquirir la dimensión necesaria para hacerse respetar,
principalmente, por la distribución y valerse de las sinergias que
esa dimensión reporta para impulsar la innovación y la promoción
de productos de alto valor añadido.
En mi opinión, y no descubro el Cantábrico, si digo que el sector
lácteo estatal no tiene ningún futuro si sigue orientado casi
exclusivamente al mercado de leche líquida (aproximadamente un 65%
de la leche líquida es marca blanca o marca de distribuidor) y si no
se reorienta, progresivamente, hacia unos mercados de alto valor
añadido. Sé que decirlo es fácil y que lo difícil es hacerlo, yo
mientras tanto, les dejo porque voy a tomarme un delicioso Frapé de
plátano de KAIKU, ejemplo de alto valor añadido que integra además
la innovación en su composición (leche fresca y fruta) y en su
envase “take away” (para llevárselo) con su pajita incorporada
para facilitar su ingesta.
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