El NO frente al SÍ
El banco NO banco, me ofrece una
cuenta NO cuenta. Así reza, al menos, su publicidad. Una NO cuenta que, si atiendes
a su lema, es una cuenta sin comisiones y sin compromisos. Para abrir dicha NO
cuenta, no tienes porque domiciliar pago alguno ni realizar un mínimo de
ingresos al mes, ni nada. Simple y llanamente, siempre según la publicidad y
sin haber leído la letra pequeña que es donde suele estar la verdad y donde
habitan las sorpresas, negativas.
Traigo a colación el caso de este
NO banco porque me llama poderosamente la atención que, tanto los mandamases
del banco como los responsables de la campaña publicitaria, hayan decidido
apostar por el NO compromiso como una bandera con la que atraer al publico más
joven que, imagino, según sus estudios, no quiere comprometerse con nada ni con
nadie. Me preocupa que la falta de compromiso, en este caso de los jóvenes,
pero extensible al conjunto de la población, sea un factor de atracción para
nadie y, más aún, en los tiempos de incertidumbre generalizada y permanente en
que vivimos.
Nosotros, todos y cada uno de
nosotros, excepciones aparte, conformamos parte de una sociedad, quizás debiéramos
hablar de una NO sociedad, donde la gente pasa de comprometerse con nada ni
nadie, alegando principalmente, falta de tiempo, ya saben aquello tan socorrido
de “no me da la vida”, pero donde las estadísticas nos revelan que en el año
2022, la media de consumo diario de televisión es de 190 minutos, ósea, algo
más de tres horas, y si a ello, le sumamos, los 124 minutos que dedicamos al
consumo de internet, aún teniendo en cuenta que parte de en ese tiempo, simultaneamos
ambos consumos, televisión e internet, como verán, la letra pequeña de la
estadística nos dice bien a las claras que, tener tiempo, lo tenemos, pero lo
dedicamos a tareas y cuestiones que no requieren compromiso alguno.
Nos invitan y proponen formar
parte del APA del centro donde estudian nuestros hijos y sacamos el capote para
demostrar nuestra habilidad en la chicuelina; nos invitan y proponen formar
parte de la sociedad gastronómica y/o cultural-deportiva de la que somos
usuarios y arrancamos por patas para demostrar nuestra destreza en escabullirnos;
nos invitan y proponen formar parte de una candidatura para el ayuntamiento y acto
inmediato, sacamos de nuestra biblioteca personal nuestro libraco de argumentos
por los que es imposible comprometernos con el futuro de nuestro pueblo y de
nuestros convecinos, y así, suma y sigue, hasta caer en la cuenta que, muchos
de nosotros, sólo queremos ser parte de asociaciones, entidades, municipios,
incluso me atrevería a decir de familias, pero, sólo a modo de usuarios, sin
compromiso alguno, con derechos pero sin obligaciones.
Llegados a este punto, más de uno
de ustedes pensará que hoy, al juntaletras, se le ha ido la olla y que ha
optado por un tema que para nada tiene nada que ver son su habitual temática
y/o campo de actuación, el sector primario y el mundo rural. Pues bien, como
saben ustedes, además de mi labor como juntaletras, en el día a día, trabajo en
una organización profesional agraria (OPA), coloquialmente llamada, sindicato
agrario, en ENBA de Gipuzkoa para más señas, y es por ello que he decidido hoy,
en este artículo sobre la falta de compromiso, meter la cuña sobre el papel de
las OPAs en un entramado asociativo del mundo agrario cada vez más abundante,
más tupido y más complejo en un contexto, innegable, de cada vez menos
productores en el campo. En este contexto, las OPAs, según mi humilde opinión,
juegan un papel tan trascendental como difícil e incomprendido puesto que muchas
de sus tareas son difícilmente catalogables o de encasillar y puesto que
algunas de sus tareas, coinciden y chocan (buscando su supervivencia económica)
con los quehaceres de otras entidades que también pululan en el mundo primario.
Las OPAs, al menos en nuestro
caso, se dedican a abordar cuestiones generales y globales que van más allá de
las cuestiones tangibles y contables de otras entidades, son las que, en muchos
casos, marcan la agenda de la política agraria ante la sociedad y ante las
administraciones, son la interlocución sectorial, son las que emprenden luchas
y frentes que van más allá de un subsector productivo concreto, son las que, en
definitiva, tratan y trabajan esos temas por los que nadie se da por aludido
pero que son de todos.
Como comprenderán, en esta
tesitura, a una OPA, a un sindicato agrario, al parecer, todos creen tener
derecho de exigir más valentía en sus planteamientos, más y mejores servicios,
mejor información sectorial para los productores, más acción y reivindicación
ante los desmanes de las administraciones, etc. etc. Más y más, más exigencias pero
menor compromiso, porque, en la mayoría de los casos, esa mayor exigencia
proviene de gentes, productores, baserritarras, que se sitúan al otro lado de
la barrera y que hacen gala de su NO compromiso con aquellos a los que reclama
de todo.
En definitiva, el campo no escapa
de la tendencia global ni dista mucho de lo que ocurre en el conjunto de la
sociedad y así, lamentablemente, se impone el productor usuario, cliente, reclamador
pero NO comprometido.
Xabier Iraola Agirrezabala
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