PACólogos Sin Fronteras
Cuando mis amigos Jesús y Joxemari eran pequeños y se
sentaban a la mesa para comer, una mesa larga y humilde pero bien repleta de
gente, el patriarca familiar utilizaba la expresión en euskara “egon hadi lo,
eta jango duk mehe!” que traducido libremente al cervantino significa “si no
andas espabilado, no te vas a comer un colín”. Algo similar deben estar
pensando los diferentes gobiernos de los Estados miembros de la UE en estos
momentos donde es vital andar espabilado para convencer al resto de compañeros
de patio comunitario sobre cuáles deben ser las prioridades de la política
europea en su ámbito más genérico, incluyendo entre ellas la siempre polémica
PAC (Política Agraria Común) y, lo que es más importante, o al menos más urgente,
fijar el techo presupuestario al que deben suscribirse el conjunto de
prioridades.
Es la versión política del huevo y la gallina, es decir, ¿qué
es antes, el huevo o la gallina? y en la UE están debatiendo, ¿qué es antes,
fijar el presupuesto y en base a ello las políticas a impulsar o al revés,
fijar las políticas y aprobar posteriormente el presupuesto necesario para
llevarlo a cabo? El debate se expande como la pólvora entre los estados
miembro, agentes sectoriales y los PACólogos (especialistas en la árida PAC) e
incluso llega hasta la propia comisión europea que alberga en su seno tanto al
comisario agrícola, el irlandés Phil
Hogan que ha lanzado un proceso de reforma de la PAC sin saber cuánto dinero
tiene en la cartera como al comisario de presupuestos, el germano Günter
Oettinger que, emulando a ManosTijeras, amenaza con drásticos recortes si los
estados miembro no alcanzan un acuerdo para incrementar su aportación al
presupuesto comunitario porque según parece la aportación de los estados ronda
el 0.9% del PIB cuando está previsto que pueda aportarse hasta el 1,24%.
Ahora bien, tan importante e incierto como el presupuesto con
que contará la PAC, es el destino final de dicha política y por ello, en estos
momentos, existe un profundo debate sobre las prioridades y objetivos que debe
perseguir la dichosa PAC, así, mientras los agricultores son reacios a que los
fondos agrícolas se destinen a cumplir objetivos que trasciendan los objetivos
meramente agrícolas, el resto de personas, dirigentes políticos, colectivos de
todo pelaje y demás fauna que pulula por los pasillos de Bruselas quieren que
los fondos, hasta ahora agrícolas , se destinen a otros objetivos y por ello,
desde la comunicación de la Comisión Europea se plantea que la PAC sirva
también para cumplir, además de los objetivos agrarios y alimentarios, a
mitigar las consecuencias del cambio climático y colaborar en el cumplimiento
de los objetivos fijados en las grandes cumbres sobre Cambio Climático, fijar
población, autóctona e inmigrante, en esos territorios cada vez más esteparios
y abandonados y combatir así el enorme problema del despoblamiento, los
medioambientalistas y ecologistas quieren más biodiversidad y más ambición en
retos conservacionistas, los animalistas mayor bienestar animal (sin
importarles un bledo el bienestar de los animales de dos patas) , los
paisajistas más cuidado y preservación de los paisajes, etc. y así, suma y
sigue, hasta que la vaca se quede sin gota de leche.
Hace 50 años las familias gastaban la mayor parte de su
presupuesto en la alimentación, era la principal prioridad y preocupación,
alimentar todas las bocas de casa y por ello, apenas quedaban fondos para otros
objetivos. Por el contrario, actualmente, son pocos los preocupados por no
tener bocado que llevarse a la boca mientras el resto de la población, estamos
preocupados por no engordar, por el colesterol y por obtener alimentos, sanos,
de calidad, cómodos, asequibles, etc. y todo ello, a poder ser, a un módico
precio porque la ínfima preocupación alimentaria debe compartir presupuesto con
el gasto en ocio, telecomunicaciones, viajes, spas y demás cuestiones.
Pues bien, algo similar ocurre en nuestra Europa, en todos y
cada uno de los países y municipios, donde la producción agraria y la
alimentación apenas preocupa porque se supone que los alimentos ya vendrán de
algún otro sitio o continente y en consecuencia, les parece lógico y oportuno,
ir reduciendo el reparto del presupuesto comunitario heredado de la época de la
postguerra mundial para destinarlo a otros objetivos como la política de
inmigración, los compromisos climáticos, la seguridad de las fronteras
exteriores, la defensa en un mundo cada vez más alterado y otras cuestiones no
menos importantes que, sí o sí, requerirán de presupuesto que, también, sí o
sí, deberá provenir, al menos, en parte de la bolsa agrícola.
En esta tesitura nos encontramos. El tema es complejo y
espinoso pero con estas generalidades creo que ustedes podrán hacerse una idea
de la que nuestros productores están viviendo y es por ello que,
consecuentemente, les invito a reflexionar que todo este quebradero sería
bastante más liviano si el mercado, ósea usted, remunerase a través del precio
de los alimentos y de aquellas otras cosas que todos denominamos como
externalidades (paisaje, medio, seguridad alimentaria, territorio, etc.) pero
que nadie sabe cómo demontres transformarlo en dinero, tan maldito como
necesario, contante y sonante.
Xabier Iraola Agirrezabala
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