Con los pies en tu tierra
Imagino
a mi apreciado Carlos Etxeberri con el que comparto tribuna en el
periódico Noticias de Gipuzkoa haciéndose el harakiri al conocer la
noticia de que el fondo británico Zegona se ha convertido en el
primer accionista de la empresa Euskaltel tras lograr una
participación del 20,94% por delante del 19,8% que tiene Kutxabank.
Todo los domingos dando (con razón) la matraca sobre la importancia
que tiene para el futuro de nuestro país que las grandes empresas
tractoras estén bien enraizadas y participadas por fondos autóctonos
para que, vayan unos hijos de la gran bretaña, a comerse,
coloquialmente, nuestra joya de la corona.
Incluso
para mí, personalmente, ha sido un pequeño shock puesto que
mantengo desde su inicio un vínculo sentimental con la marca naranja
(incluso la sede central en Zamudio cuenta con una sala de nombre
Legorreta, mi pueblo) y ahora esta noticia, ahondando aún más en el
incomprensible abandono de su equipo ciclista por el que suspiraba
todo el país, me deja totalmente perplejo y a la espera del devenir
futuro para saber si mantengo mi vínculo o si por el contrario paso
a un estado de orfandad y consecuentemente, me instalo en el mundo de
las ofertas. Sé que el Lehendakari Urkullu ha salido a la palestra a
tranquilizar a la gente, principalmente a empresarios y sindicatos,
sobre las garantías estatutarias para el mantenimiento de la sede
aquí pero, en mi humilde opinión, a parte de la cuestión
empresarial y fiscal ligada a su sede social, creo que el tema va
mucho más allá.
Hablamos
del vínculo de una empresa con el país que lo acoge, eso que Carlos
Etxeberri nos repite domingo sí y domingo también, y cuando digo
vínculo hablo de compartir estrategias y retos de futuro, compartir
los beneficios para el bien común porque, básicamente, en ello nos
va el futuro de todos, de la empresa, de sus empleados, proveedores y
clientes que, entre todos, conformamos eso tan etéreo como es la
sociedad.
Por
cierto, ya en su momento, desde el sector ganadero se echó en falta
un mayor impulso o apoyo del Gobierno Central en la conformación y
estructuración del sector lácteo español que, tras varias
operaciones como la de Puleva, por inacción gubernamental y por
incapacidad industrial propia, acabó una vez más, en manos de una
empresa francesa como Lactalis, por cierto, la principal empresa del
estado. En aquel momento hubo quien queriendo quitar yerro al asunto
dijo que no tenía importancia alguna luchar por mantener dichas
empresas en la órbita de capital estatal pero, lo cierto es que, una
y otra vez, queda bien patente que en los momentos difíciles, éstas
y todas las empresas atienden, única y exclusivamente, a los
intereses de sus legítimos amos.
Algo
de eso sabemos en Euskadi donde por encima de todas las dificultades
y superando todos los nubarrones, habidos y por haber, y muchas veces
incomprendidos y criticados duramente, desde el sector ganadero y
desde las administraciones se ha apostado por la estructuración
sectorial y por una industria láctea bien asentada y enraizada en el
país y por ende, con una mayoría en manos de los propios ganaderos
a través de su cooperativa. Como comprenderán, me refiero a la
cooperativa KAIKU y a la empresa láctea IPARLAT en la que los
cooperativistas cuenta con un 45% y en la que el Gobierno Vasco, a
través del fondo Ekarpen, cuenta con otra participación que, a la
postre, resulta trascendental para enraizar la empresa.
Soy
consciente de que muchos lectores no le darán ninguna importancia al
asunto, más si tenemos en cuenta que se refiere al sector primario,
pero creo que el caso de Euskaltel, último ejemplo de empresas
líderes que han sido adquiridas por fondos foráneos, es más que
suficiente para saber valorar la importancia del hecho y por ello,
cobra vital importancia la reivindicación de Carlos Etxeberri para
la creación de un fondo público-privado con visión estratégica de
país en el que participen, como garantía ante posibles
deslocalizaciones, incluso los fondos y cajas de resistencia de los
propios sindicatos de trabajadores que, consiguientemente, tendrían
su cuota de participación en la dirección de dichas empresas.
En
el caso lácteo vasco, los ganaderos vascos, tras años de penurias y
turbulencias en el mercado, son conscientes de la importancia de
estar organizados y estructurados en cooperativas (cuando más
fuertes, mejor) y de implicarse, con sus propios cuartos, en la
creación de empresas y mercantiles en las que, de modo parcial al
menos, llevan el timón. Llevar el liderazgo de la empresa no te
garantiza que los accionistas mayoritarios, en este caso los
ganaderos, vayan a cobrar su producto, la leche, a precios
desorbitados y fuera de mercado pero sí les garantiza, además de la
recogida de su producción íntegra, el reparto de los consiguientes
dividendos cuando el mercado sea favorable y despejar cualquier
posibilidad que la empresa opte por otros proveedores más económicos
para así maximizar sus beneficios.
A lo
dicho, no hay misterio, el mercado es duro y cruel pero si la empresa
tiene un poco de corazoncito y sus pies asentados en su tierra, mejor
que mejor.
Xabier
Iraola Agirrezabala
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