Calabozo

 


Joxe Mari, el secretario viejo del ayuntamiento de mi pueblo, Legorreta, era un todoterreno que compaginaba sus tareas en el consistorio con la atención del bar familiar, Iñaxi, que era un auténtico templo de la comida casera. Lo que pocos legorretarras saben, al menos los jóvenes, es que antes del ayuntamiento, Joxemari también fue el empleado de la oficina local de la Caja de Ahorros al mismo tiempo que te atendía con su imborrable sonrisa en la barra del bar.


Posteriormente, los empleados de banca se especializaron en la actividad bancaria propiamente dicha, lograr la confianza del cliente para que deposite sus ahorros a fin de gestionarlos y sacarles el mayor rendimiento tanto para el cliente como para la propia entidad. Como recompensa, los clientes fieles se llevaban numerosos regalos (sillas de playa, paraguas, pequeños electrodomésticos, etc.) por los que, increíblemente, los clientes, entre ellos mi difunta madre, suspiraban y se esforzaban, aún más, en su faceta ahorradora.


Ahora, por el contrario, las tornas han cambiado, y mucho además, por lo que los actuales empleados de la banca moderna vuelven al pluriempleo de Joxemari y así, entre talonario y talonario, entre recibos y asientos bancarios,¡así, como quien no quiere!, te endosan el seguro del coche, te cuelan un plan de jubilación o un seguro médico privado, . Supongo, que lo que no ganan vía gestión del dinero lo obtienen vía contratación de servicios y así, compensar la ausencia de ganancia, incluso perdida, con la comisión por los servicios contratados.


Existe un dicho en el mundo de la distribución comercial, “islotes de pérdidas, en un mar de beneficios”, con el que se alude al reducido grupo de productos en los que se llega a renunciar a la obtención de beneficio o incluso se acepta perder dinero con el objetivo de poder utilizar dichos productos como gancho con los que atraer al consumidor a su establecimiento y así, a pesar del islote de pérdidas, recuperar la rentabilidad en el amplio y ancho mar (de beneficios).


La leche, no les descubro nada nuevo, es......


... uno de esos islotes de perdidas en muchas cadenas de distribución que utilizan la leche como producto gancho, reclamo dicho finamente, banalizando dicho producto, ninguneando su valor nutritivo y su importancia en nuestra alimentación, a base de fijar el precio como único factor de compra para el consumidor. Reconozco que, mayoritariamente, se han acabado las campañas comerciales cainitas fundamentadas en buzoneos masivos donde la leche era el anzuelo pero también he de reconocer que esta política de banalización y ninguneo nos ha traído hasta la situación actual de precios irrisorios con una inmensa mayoría de leche rondando los 60 céntimos que, lamentablemente, impide que se genere valor y con ello, distribuir equitativamente dicho valor entre los diferentes eslabones.


Muchas cadenas reconocen, por lo bajini, que con la leche o bien no ganan apenas o bien pierden dinero pero el temor a perder cuota de mercado, consecuencia de esa política suicida de la leche-gancho, les impide dar ningún paso en la dirección de reposicionar la leche y nadie quiere ser el primero en dar un paso al frente, no vaya a ser que el resto no les siga y de paso, les birlen cuota de mercado.


No crean que la política de bajos precios afecta a un único eslabón de la cadena agroalimentaria y así, tenemos también a gran parte de la industria láctea que apenas rasca bola con la leche básica, producto mayoritario en todas ellas, por lo que se ven abocadas, además de proveerse de leche a precios irrisorios, a impulsar productos lácteos de mayor valor añadido e innovadores, aún siendo conscientes que el valor añadido y la novedad mengua rápidamente una vez que se generaliza y se cae en las garras de la marca blanca, y lo que es más llamativo, a semejanza del secretario viejo de mi pueblo que compaginaba el bar, la caja de ahorros y el ayuntamiento, tenemos a industrias lácteas que se lanzan a otros mercados como el agua, los zumos, las bebidas vegetales, etc. a fin de compensar la ausencia de beneficios o perdidas generadas por el negocio de la leche. La leche, al parecer, da prestigio, pero no beneficios.


Aguas abajo en la cadena alimentaria, los ganaderos tampoco escapan de esta maldita dinámica. Los márgenes menguan hasta el infinito con lo que el sector se va concentrando en explotaciones cada vez más grandes, en explotaciones donde el factor familiar languidece, donde se fortalece la dinámica empresario-empleados, donde los costes son controlados al céntimo, donde las inversiones en tecnología e instalaciones acarrean un gran endeudamiento en un patrimonio inmovilizado que sólo vale para producir leche, donde el ganadero se ve obligado a meter en la cuadra más horas que las propias vacas y con un modo de vida que genera un total rechazo de las generaciones más jóvenes y así, fruto de todo ello, tenemos como consecuencia que del año 2015 al actual han desaparecido un 30% de las explotaciones y la tendencia, lamentablemente, parece no tener freno. Aún así, los hay como Luis Calabozo, director de la patronal láctea FENIL, que no parece enterarse y que recientemente se ha despachado ante la prensa con una frasecita, “No me consta el cierre de lecherías por falta de rentabilidad”, que ha indignado al conjunto del sector ganadero y que difícilmente olvidarán.


Termino. Si la distribución compensa las pérdidas de la leche con otros productos. Si las industrias se ven abocadas a mercados diferentes a la leche para compensar las pérdidas generadas por ésta. Si los ganaderos lo van dejando por falta de rentabilidad. ¿A quién puñetas, aparte del señor Calabozo, le compensa este sector lácteo?


Xabier Iraola Agirrezabala

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