El papelón de su vida
Todos quieren lo mismo, chupar
del bote, aparentar que hacen algo, trepar, arrimar la ascua a su sardina, … y
expresiones de tal calibre escuchamos cada vez que una persona se anima a
trabajar, colaborar y participar en alguna iniciativa por el bien común. Sea en
el ayuntamiento de su pueblo, en la junta directiva de su club deportivo, en la
asociación de padres-madres o en una ONG o asociación sociocultural.
En esta sociedad comodona, donde
uno se tumba en el sofá y se pone las botas criticando a todo aquel que ose moverse,
rompe con los hábitos preferidos de los comodones y los deja retratados frente
a su incapacidad para implicarse en algo que vaya más allá de su interés particular,
de preocuparse y ocuparse de aquello que supere la verja de su propiedad
privada o de trabajar por cualquier cuestión que no sea su ombligo, como digo,
en esta sociedad, casi ninguno de nosotros somos capaces, o lo que es peor, no
queremos asumir nuestras propias responsabilidades y por ello, recurrimos a lo
fácil, reclamar a las instituciones, o partidos políticos, particularmente ahora que estamos en efervescencia electoral, lo
que cada uno de nosotros consideramos necesario pero por lo que no queremos
trabajar, no vaya a ser que, la lucha de uno pueda beneficiar al vecino o
alguien que no sea uno mismo.
Pues bien, en la actualidad del
sector primario y alimentario, es cada vez más patente que las herramientas de
regulación del mercado son cada vez más débiles y que el devenir de los
productores está, cada vez más, en manos del devenir del mercado, puro y duro.
En este contexto, quisiera destacar la importancia de una herramienta legal que
cuenta el sistema como es la Ley de Cadena Alimentaria, esa herramienta legal, buenista
e ingenua para unos, intervencionista y filocomunista para otros, inútil para
los más y esperanzadora para los menos, una herramienta legal, por cierto, que
vio la luz allá por el año 2013 de la mano del popular Miguel Arias Cañete,
nada sospechoso de filocomunista, y desarrollada por el socialista Luis Planas
que se vio obligado a ello ante las tremendas tractoradas que se celebraron en
plena víspera de la pandemia.
Como toda herramienta legal,
contiene elementos altamente positivos, alguna que otra cosa superflua y cómo
no, le faltan bastantes elementos, más audaces, con los que se podría mejorar
bastante la Ley. Ahora bien, la Ley es la que es y mientras nadie proponga
cambio alguno, es responsabilidad de todos los agentes e instituciones afectadas
por la Cadena Alimentaria, aplicarla, desarrollarla, implementarla y, como se
diría coloquialmente, sacarle el máximo jugo posible y para ello, todos y cada
uno de los agentes implicados en los diferentes eslabones de la cadena, deben
asumir sus responsabilidades y adoptar un papel activo.
Por ello, sin esperar a que la
mama administración nos lo haga todo, los productores deben jugar un papel
activo en la aplicación de la Ley de Cadena Alimentaria y para ello, sin
complicarse en exceso, debieran comenzar por algo tan básico como es la
exigencia de la firma de un contrato para compra-ventas de más de 2.000 euros,
asegurarse que dichos contratos se registran en el correspondiente Registro,
algo obligatorio por Ley desde el pasado 30 de Junio, adoptar una actitud
activa ante el contrato, denunciando el anterior dos meses antes de que expire,
exigiendo un precio por su producto que supere sus costes de producción, hacer
un análisis de costes personal de su explotación o cuando menos recurrir a un
análisis de costes realizado por alguna entidad oficial o de reconocido
prestigio, etc., en el caso de las cooperativas asegurarse que aunque no haya
contrato se comunique con antelación los precios y que los precios cubran los
costes de producción y en todos los casos, sea una empresa particular, cooperativa
u hostelería, sidrería, etc. se respeten los plazos de pago por producto fresco
que, legalmente, está establecido en un plazo máximo de 30 días.
A lo dicho, si los productores no
asumen su papel, de nada valdrá lamentarse en la barra de la taberna más
próxima, puesto que los otros agentes, los que están situados al otro lado de
la mesa, son conocedores de la incapacidad, pasotismo o dejadez de muchos de
los productores y consiguientemente, en este complicado entramado de la cadena
alimentaria, se salen con la suya.
Si la quesería, sidrería,
tienda-restaurante, cooperativa, carnicería, etc. no quiere cumplir con lo
establecido en la ley, bien sea que el precio no cubra los costes bien sean
otras cuestiones como los rappels abusivos o el cumplimiento del plazo del pago,
entonces usted, señor-señora productora debe jugar su papel, papelón diría yo,
y si no puede, busque ayuda en alguna asociación, sindicato, etc.
A lo dicho, si no queremos que la
Ley de Cadena Alimentaria se quede en papel mojado, usted debe espabilar y reaccionar.
Xabier Iraola Agirrezabala
Comentarios