Espejito espejito
Derrengado, agotado y exhausto,
escribo esta filípica, tras llevar esta última semana trabajando al máximo de
tensión para organizar, lo mejor posible, la movilización de baserritarras,
productores, que se celebró este viernes 1 de marzo, donde cientos de vehículos,
tractores, furgonetas y camiones en su mayoría, colapsaron el centro de la
capital gipuzkoana, Donostia, en su trayecto hacia las Juntas Generales de
Gipuzkoa, verdadero parlamento del territorio histórico de Gipuzkoa, sede de la
soberanía del Territorio, y donde están representados los cinco partidos del
Territorio.
En esta movilización, por aquello
de acercar el foco a la realidad gipuzkoana, tuvieron una notable presencia,
tanto las organizaciones agrarias ENBA y EHNE, como la Asociación Forestal,
Baso Elkartea, además del mundo de la pesca, representado por cofradías y
armadores, el mundo del turismo rural, el mundo de la caza con su Federación y
así, hasta un total de 46 asociaciones y entidades sectoriales, empresas y, ¡sorpresa!,
2 ayuntamientos, Abaltzisketa y el de la entidad menor de Itziar. Ambas instituciones
locales, además, motu proprio, demostrando su inequívoco compromiso con el
sector primario.
El principal objetivo de la movilización
no era otro que situar a la sociedad gipuzkoana frente al espejo de una
realidad primaria que, lenta pero imparablemente, languidece y se reduce a la
mínima expresión que, además, si alguien no pone toda la carne en el asador,
tiene grandes posibilidades de extinguirse.
Una sociedad gipuzkoana,
atrincherada en las urbes, que pasa olímpicamente de lo que les ocurre a sus
convecinos los baserritarras y que se acuerda de ellos, únicamente, los fines
de semana cuando salen en tromba al paseo montañero y en esas fiestas tradicionales
y folklóricas donde todos nos vestimos de caseritos. Ya lo decía una sabia y aguda
amona (abuela) de Mendaro sobre la fiesta de Santo Tomás, donde miles de
personas salen a la calle vestidos de caseros y se atiborran de txistorra, “cuando
menos caseros hay en los caseríos, más gente de la calle disfrazados de caseros”.
Pero no se crean que esta actitud
de desinterés hacia lo rural se limita a las grandes ciudades de nuestro
entorno, puesto que esta actitud es extensible a muchísimas localidades, incluso
menores a 2.000 habitantes, donde una gran parte de la población, que trabaja
en la industria, servicios, parques tecnológicos, etc., pasa olímpicamente de
lo que ocurre en los montes que les rodean y que, para más INRI, despotrican de
los baserritarras por que tienen las vallas de las fincas cerradas dificultándoles
el paso, o se encuentran con caminos forestales no lo suficientemente bien mantenidos
para su paseo dominical con su bici de 8.000 euros, llaman al ayuntamiento o a
la Ertzaintza cada vez que el baserritarra echa abono orgánico (en vez de
utilizar abonos químicos) procedente de su cuadra, purín, en sus praderas o incluso,
se sorprenden, para mal, por que el baserritarra les recrimina que se lleven
sus manzanas o las setas que hay en sus terrenos privados.
El olímpico pasotismo de una
buena parte de la población no es más que la consecuencia de una falta de
reconocimiento a la labor que desempeñan los baserritarras cuando, labrando las
huertas, cuidando sus viñas, gobernando sus cabañas ganaderas y/o gestionando
sus montes y bosques, además de producir alimentos y materias primas para la
vida cotidiana de sus vecinos, les garantizan el buen estado de sus praderas,
de sus montes y bosques, contribuyen a tener una mejor agua y un aire más puro,
etc. etc. Es lógico por ello, que el Manifiesto acordado por las organizaciones
convocantes de la movilización, desde su primer párrafo, recalque que necesitan
y exigen el reconocimiento social y público de su actividad.
Los baserritarras, arrantzales, y
cazadores diría yo, se miran al espejo de la sociedad gipuzkoana, situación que
imagino será extensible a multitud de territorios y zonas de acá y allá, y se sienten
como una gente ninguneada, despreciada, machacada y vilipendiada. Más aún en
estos últimos tiempos donde la lucha contra el cambio climático es la percha
perfecta utilizada por diferentes instituciones, para apretarles y asfixiarles
con numerosas normativas y condicionantes, tan ilógicos como ausentes del más
mínimo sentido común, que a la postre, parecen ser los paganos ideales de los
desmanes del resto de la población, de otros poderosos sectores económicos e
industriales, más difíciles de meter en cintura, o de todos y cada uno de
nosotros que viajamos en happyfurgo al Pirineo aragonés, finde sí y finde
también, o nos vamos a la Conchinchina cada puente.
Quizás, este juntaletras se esté
pasando de la raya con esta pequeña lectura de cartilla hacia mis convecinos de
la maravillosa Gipuzkoa, pero, comprenderán mi hastío, cuando veo lo maltratados
que son esta gente del campo, de la mar y de la caza.
Por eso mismo, y con esto
termino, les invito a todos y cada uno de ustedes, que cuando menos tienen la
sensibilidad de asomarse este pesado juntaletras del agro, que se miren al
espejo particular de su conciencia, y reflexionen sobre su actitud y actuación
en el día a día, más allá de las proclamas de bar y de ocasiones
extraordinarias, y posterior, actúen en consecuencia. La gente del caserío, los
forestales, los arrantzales y los cazadores se lo agradecerán.
Xabier Iraola Agirrezabala
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