Abismo
Este pasado viernes, 15 de mayo,
celebramos la festividad de San Isidro Labrador, patrón de los baserritarras.
Este año no ha habido ni comidas populares ni misas al respecto y
personalmente, le tengo que reconocer, ahora que no nos oye nadie, que con las
estrictas normas de seguridad a consecuencia del Covid, se ha impedido
trasladar unas imágenes, ciertamente caducas, de la realidad actual del agro.
Creo que, en adelante, convendría darle unas vueltas al tema para actualizar y
modernizarla en su concepción.
En este momento, no obstante, es
más necesario que nunca que los productores asuman como propio el carácter
esencial de su actividad y/o función en la sociedad actual porque, de nada vale
reclamar al conjunto de la sociedad un reconocimiento social, si ellos mismos,
los baserritarras, no se lo creen y si en su fuero interno, asumen que su
oficio es el último en importancia. Ya lo dice mi jefe, baserritarra
profesional por los cuatro costados, ¿de qué vale hablar tanto de relevo
generacional en el campo si luego cada uno de nosotros, en nuestras casas,
empujamos a nuestr@s hij@s a trabajar en cualquier cosa que no sea el campo?
Los baserritarras, agricultores,
ganaderos y forestalistas podrán abordar la difícil tarea de convencer a la
sociedad moderna de la importancia de la alimentación y muy especialmente, del
noble oficio de producir alimentos, una vez lo hayan interiorizado en sus
propias carnes y así, posteriormente, podrán labrar una estrategia, bien
orientada pero duradera en el tiempo y con medios, para ganar la complicidad
del consumidor final que debiera acabar asumiendo con total naturalidad el lema
#soisesenciales que proclama una campaña de sensibilización impulsada por la
organización agraria ENBA que ha logrado la implicación de no pocos personajes
de referencia de la sociedad vasca.
El autoconvencimiento, primero, y
la complicidad de la sociedad en general conllevará una mejora de la imagen del
sector primario bien como sector económico atractivo para los jóvenes y para
todo aquel que quiera o necesite trabajar bien como sector social equiparable
en derechos y también en obligaciones al resto de la sociedad. Por cierto, cuando
hablo de derechos, me refiero tanto a los derechos sociales y económicos que asisten
a todas las personas como profesionales de un sector económico, esencial, pero
también a los derechos que asisten a los pueblos y territorios en los que viven
y que componen el puzzle de los territorios olvidados.
Los derechos que asisten a los profesionales
de la tierra son los que reclamaron sacando los tractores a las carreteras hace
pocos meses y que parecen ya olvidados, o al menos, desplazados a un segundo
plano mientras, bajo el manto de las trágicas estadísticas sanitarias con las
que nos inundan los medios de comunicación, avanzan sigilosamente las artimañas
comerciales y las trágicas rebajas en los precios de los productos bajo injustificables
excusas con las que, una vez más, se ahonda en la falta de rentabilidad.
También asisten derechos a los
pueblos y territorios que conforman el mundo rural y así, además de una nueva
política de ordenación territorial que equilibre los asentamientos tanto
poblacionales como económicos a lo largo y ancho del territorio, en estos momentos
de confinamiento y televida, donde vivimos enganchados a la pantalla tanto por trabajo
como por vida social, ocio y otro tipo de cuestiones mundanas, es patente la
necesidad de dotar a todo el territorio rural de una infraestructura digital
que, en parte, subsane las enormes diferencias en prestaciones para con el mundo
urbano. Eso sí, no mejoraremos nada mientras una parte de la sociedad va en la
realidad 5G y la otra, la rural, todavía anda en la 1G por lo que urge, una ambiciosa
política de discriminación positiva hacia lo rural para que consigamos reducir,
al menos en parte, el insalvable abismo existente entre ambas caras de la misma
sociedad.
Ahora bien, hablando de derechos
y consciente de que los derechos mínimos exigibles como persona humana y como
trabajadores asisten a todas las personas, no sé a que vienen las declaraciones
y los mandatos de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que con un ensañamiento
desmedid ordena a Inspección de Trabajo a hacer, valga la redundancia, inspecciones
masivas por las explotaciones agrarias bajo la idea de que la explotación
laboral, el maltrato e incluso, la esclavitud es algo frecuente y ordinario en
nuestro sector primario. Creo que, salvo excepciones que existen en todos los
sectores económicos y sociales, que el sector primario cumple con la
legislación vigente en materia laboral. Otra cosa es que las mullidas alfombras
palaciegas le hayan hecho perder pulso y contacto con la realidad y se crea que
la realidad del campo es tan placentera como la que se avista en y desde los pasillos
ministeriales.
Señora ministra, tiene usted
razón en exigir el cumplimiento de la legislación laboral para todos los
trabajadores del campo, por cierto, no se olvide de los derechos de los propios
titulares, pero como decía, de exigir cumplir la legalidad a tratar a todos los
agricultores como delincuentes, va un abismo, tan grande e injusto como el que
existe entre el mundo rural y el urbano.
Xabier Iraola Agirrezabala
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